Didactogenia
José Cukier
Asociación Psicoanalítica
Argentina
Cukier@arnet.com.ar
INDICE
Objetivo del
trabajo.
Introducción.
Didactogenia
inducida por la personalidad del educador narcisista. Concepto y
generalidades.
* El
psiquismo del educador narcisista.
*
Introducción.
* El educador
y sus dobles.
* Mecanismos
de defensa del educador narcisista.
Desmentida.
Desestimación.
Contradicciones.
* La acción
didactogénica. Sus manifestaciones.
* De la
didactogenia a la violencia social.
*
Conclusiones.
Resumen.
Summary
Bibliografía
Objetivo del trabajo
Este ensayo
busca encarar la concientización de las enfermedades que QUE pueden
generarse por la mala enseñanza.Poner éste conocimiento al servicio de la
comunidad educativa incluída en su medio ambiente de de hoy y para los que
vendrán, mejorando
su calidad de vida.
No sería aventurado decir que nuestras instituciones educativas no forman a
nuestros educandos para abordar con eficacia problemas comunitarios.
Se estimula
una enseñanza aprendizaje escindida que divorcia el discurso de la realidad.
La educación
es el lugar de la prevención y la mediatizadora de la salud.
Es el
instrumento de trabajo por la salud. No de lucro respecto de la enfermedad
generada de manera involuntaria. Las instituciones educativas muchas veces
no tienen en cuenta a sus educandos. Ni a los educadores.
¿Quiénes son
nuestros educandos?
Estamos ante
un sujeto en desarrollo, que debe conciliar las exigencias de la realidad,
sus ideales y su vida pulsional. Necesitado de modelos con los cuales
identificarse.
En este lugar
estamos los educadores. No se trata de personas aisladas, sino que insertas
en un contexto familiar, social, sufren del embate informativo, político y
económico las más de las veces contradictorio. Se les pide por lo general
aquello que desde los modelos se les niega. Deben ingresar en un mundo de
cambios cada vez más acelerados. Se les pide prepararse para un tiempo
futuro. El más incierto de los tiempos.
Introducción
En el
ejercicio de la asistencia psicoterapéutica de niños en edad escolar, he he
podido observar una serie de síntomas que tenían un origen en común.
El agente
desencadenante se encontraba en relación a determinados tipos de institución
escolar y de educadores. Estos por la singularidad de sus características se
constituyen en patogenizantes. Así podemos destacar una pléyade de síntomas
que desarrollaré en el curso de de éste ensayo,y que pueden agruparse en
tres áreas; trastornos psicosomáticos,
de conducta y de aprendizaje
por causa de la enseñanaza inadecuada. Podemos nombrar por omo
ejemplo las hiperkinesias,descargas catárticas,
espasmos bronquiales, dolores
cólicos, gastritis, diarreas, insomnio,
entre otros.
A esta
patología desencadenada por la mala enseñanza, propuse denominarla
Didactogenia, como extensión del término médico iatrogenia.
Consultada la Academia Argentina de Letras acerca de la validez del término,
ésta respondió por carta del día 18 de Marzo de 1987 diciendo que "[...] A
la patología inducida por la enseñanza puede denominársela "didactogenia"
por extensión del significado comúnmente atribuído a la palabra
iatrogenia. "Iatrogenia", del griego iatrós (médico), significa lo originado
en el médico. El uso popular restringe el sentido al de la enfermedad
producida por el médico [...] en la voz consultada pueden reconocerse los
formantes de procedencia griega, 'didacto' y 'genia'. El primero, apócope de
'didáctica', expresa la noción de 'proceso natural de formación' (de lo que
se designa el formante inicial), como puede verse en las voces 'patogenia'o
'embriogenia'que aluden a la formación de la dolencia o del embrión
respectivamente [...]. Desde el punto de vista morfoetimológico, y sin
considerar posibles situaciones de empleo 'didactogenia' aparece pues como
un neologismo de cuño científico que, con la ambigüedad señalada, podría
expresar la noción de lo originado por la enseñanza". Como el término
"Didactogenia" es abarcativo e incluye a todo lo que es originado en la
enseñanza, prefiero la palabra "Didactopatogenia",
para nominar a las influencias negativas producidas por la enseñanza
inadecuada.
Pondré el
énfasis en las modificaciones negativas que sufren las estructuras
psicológicas de los educandos por la acción de los padres, educadores en
general, líderes, la cultura y las instituciones, entre otras múltiples
influencias. Todas tienen efectos, y esto es preciso destacarlo, la mayor o
menor intensidad depende del terreno diposicional previo y la tramitación
que cada individuo le da. No obstante la influencia masiva o crónica de los
factores ubicados en los desencadenantes actuales, pueden adquirir carácter
traumático y de tal manera, desbordar las mejores disposiciones previas. La
enseñanza defectuosa es fuente, no sólo de trastornos caracterológicos, sino
también de enfermedades somáticas. La mala pedagogía puede constituírse en
un auténtico caldo de cultivo para las neurosis más diversas y debe fundarse
sobre la comprensión y la eficacia y no sobre dogmas, S. Ferenczi, (1908).
Cuando hablo
de educadores, lo hago en sentido amplio. No me refiero al docente en
particular, sino a todos aquellos que cumplimos con alguna función
educadora.
Los padres en
primer lugar, la familia, los amigos, los maestros, el periodismo, los
políticos entre muchos otros. Todos somos ubicados por los educandos en una
posición en la cual, querramos o no, nos es asignado un saber y autoridad
moral.
La buena
enseñanza es sustancial para la prevención primaria, como que las
condiciones culturales repercuten sobre las condiciones de salud.
En nuestra
acelerada era tecnológica, la falta de la instalación de un vínculo en la
relación entre el enseñante y el educando, que es organizador y
estabilizante, reduce la transmisión del conocimiento a un acto eficientista
y en escala industrial. Transformamos a los seres humanos en números y
estadísticas disociados de los deseos y posibilidades de cada quién.
-Didactogenia inducida por la personalidad del educador narcisista
Concepto y
generalidades
Cuando el
educador corresponde al tipo llamado narcisista tiene las siguientes
características. Estas se centran en la arrogancia y la soberbia, en la
convicción de estar por encima del educando. De ser el poseedor de la
verdad, con poca capacidad de empatía y baja tolerancia a la frustración.
Sentimientos
secretos de triunfo, control y desprecio del educando.
Escasa
paciencia, curiosidad, creatividad y posibilidades lúdicas.
Con más
interés en conseguir el poder que el ascendiente. Este último depende de
condiciones morales, en cambio el poder no implica necesariamente
ascendiente y puede no tener connotaciones morales. Este poder en lugar de
respeto, genera miedo en el educando, y provoca sometimiento o un simil de
aceptación.
En la medida
que no está discriminado el poder del ascendiente, podemos caer en el
supuesto ideológico de que escuchar al educando es "dejarse manejar".
Con este
supuesto se avala la descalificación, porque ¿qué sentido tiene escuchar a
quien no sabe? Finalmente, no queda margen para la sorpresa, el asombro, la
duda, la inseguridad o el descubrimiento. Este rasgo, cuando es dominante de
la personalidad del educador, y avalado por un contexto rígido, puede
inducir en el educando patologías, que son culturalmente aceptados como
conflictos normales del estudiante.
Se produce
una normalización de la patología. Reitero que no me refiero al
docente en particular, sino a una
gran mayoría de personas que, en función educadora, podemos tener algún
rasgo de éstos. Naturalmente no quedan excluídas las patologías psicopáticas
y trastornos de aprendizaje propios del estudiante. Sólo intento llamar la
atención acerca de otra posibilidad de lectura del problema.
-El
psiquismo del educador narcisista
*
Introducción
La
descripción que sigue, corresponde a un tipo ideal.
Es preciso
dejar en claro que las patologías son siempre mixtas, cambiantes, que
algunas veces domina un aspecto, y otras veces otro distinto.
El educador
con rasgos dominantemente narcisistas tiene un conflicto básico.
No tolera la
realidad tal como es ni las diferencias. No tolera al educando, pero no por
razones concientes de simpatía o antipatía, sino porque el estudiante es
alguien, que con su presencia le marca al educador que hay otra persona
autónoma diferente de él.
Que tiene
individualidad, pensamiento y voluntad propia. Esto hecho le pone límites a
su omnipotencia y le marca la castración. Pero esa presencia de otro
diferente le genera hostilidad al educador, con sentimientos de aniquilación
y de furia.
Desde ésta
posición el educador narcisista trata de sostener la creencia de su
omniciencia y genialidad. Intenta forzar esta ilusión que tiene de sí en el
educando.
Pero cuando
éste mediante preguntas, lo desacredita, el educador se vuelve autoritario,
para sostener su presunta grandiosidad. Habitualmente éste tipo de educador,
le hace al estudiante lo sufrido pasivamente en activo.
Podemos
inferir un momento inicial en la infancia de éste educador en que sus
preguntas eran selladas, por falta de respuesta a veces y otras por exceso.
De ésta forma
se interfería el interés, el desarrollo y la investigación.
Quedaba con
falta de comprensión, y entonces la realidad para ese niño, luego educador
narcisista, perdía coherencia y no la entendía.
Este fracaso
marca un trauma en el psiquismo del educador que se mantiene y tiende a
repetirse de manera compulsiva.
* El
educador y sus dobles
Habida cuenta
de la necesidad del educador narcisista, de reencontrar en el mundo aquello
que no sea traumático para su particular psiquismo, recurre al mecanismo de
proyección de los "dobles", sobre las figuras de sus educandos, Freud,
(1919h), así alumno y educador no se diferencian.
Consideramos
los siguientes tipos de dobles:
-El doble
imagen. En éste se privilegian los rasgos de la otra persona.
Este doble
apuntala la imagen del educador. Necesita que el educando a todo lo diga que
sí. Cada acto del educando que arruina su imagen, le arruina la omnipotencia
y le provoca sentimientos de vergüenza y humillación.
Los alumnos
le "hacen pasar vergüenza". Un ejemplo: el educador conoce superficialmente
su tema y necesita dar una imagen de profundidad.
Para ello
intenta impactar como forma de ordenar que no le pregunten.
Si le
preguntan puede descalificar la pregunta o atacar porque se la hacen.
Da un soble
mensaje ("créanme porque sé en profundidad y a la vez desconfíen porque no
sé responder a la pregunta, sólo la ataco").
Puede inducir
a la oligofrenización del otro. Busca educandos a "su imagen y semejanza".
-El doble
sombra.
En el doble sombra se privilegian las expresiones faciales y los
estados afectivos. La sombra, en el plano visual, tiene su correspondiente
en el plano auditivo: los tonos de la voz. El educador está atento a la cara
y a la voz de su interlocutor, más que a los contenidos del discurso de
éste.
Existe mayor
descomplejización anímica cuando se privilegia la sombra respecto del
predominio de la imagen, puesto que en ésta se rescatan los rasgos, que son
discretos, distintivos, por sobre las expresiones.
El educador
proyecta su sombra afectiva en el educando y la lee en el rostro de éste.
Cuando el
educador pierde su función hace depositario de sus vivencias al estudiante,
para que éste sea caja de resonancia de sus problemas.
Un ejemplo:
el docente que deliberadamente no le pone a su estudiante la nota merecida,
sino más baja para "estimularlo". Le hace padecer a su doble los efectos
sádicos de su superyo y crea una cara de tristeza. Un doble que nunca será
reconocido y que padece lo mismo que su maestro. Es una sombra, o "un alma
en pena" que sigue a su educador.
-El doble
espiritual.
El educador supone que la realidad es sólo réplica de una idea: sólo existen
las ideas abstractas, que se descifran con una clave unificadora.
Su discurso
puede ser críptico, enigmático, y se aclara sólo cuando él comunica la clave
que da coherencia y forma a lo que dice.
A esta clave
acceden los que están en comunión espiritual con él.
Entiende que
al educando hay que sacarle lo mejor, la esencia.
Los recursos
estilísticos que emplea tienen como meta sustraer a la realidad discursiva
de aquello que la volvería compromiso vital. El lenguaje debe ser despojado,
preciso, sin ornamentación. Constituye un laberinto descualificado en el
cual el interlocutor se pierde. Para este educador, "lo esencial es
invisible a los ojos".
Estos rasgos
son escenciales para la constitución de los guías espirituales de esos
grupos o sectas de religiones exóticas, a las que suelen acudir los
necesitados de un contexto que les garantice el sentimiento de ser y
pertenecer.
-Doble
orgánico.
Este educador es por lo general una personalidad sobreadaptada y busca
rendimientos a costa de procesos orgánicos propios del educando.
Al
descargarse en éstos, procura mantener su propia homeorrhesis (concepto de
la biología, que alude a la homeostasis, pero no estática, sino con cierta
direccionalidad, por ejemplo, hacia el crecimiento). Ofrece contenidos
inadecuados al tiempo de aprender, generando estados de intoxicación en los
estudiantes (semejantes a los que padece el educador). Los estudiantes
suelen tener respuestas intelectuales adecuadas, a costa de la enfermedad
orgánica. El educando, como doble que es, es transformado en "sangre de mi
sangre" o "carne de mi carne".
Si el
educando se rebela, provoca el retorno del doble que el educador proyectó en
el educando, y el maestro sufre la enfermedad psicosomática.
Por ejemplo
suelen decir que: "los alumnos me van a enfermar", "me matan de mala
sangre", o que "salgo mareado de dar clases". Si el estudiante no estudia,
le significa al educador una herida narcisista que busca ser restituída con
mayores exigencias difíciles de cumplir y de efectos paradojales.
Tal
interacción produce en el estudiante síntomas de depresión, impotencia y
pérdida de interés por la tarea compartida.
*
Mecanismos de defensa del educador narcisista
Desmentida
Es una
defensa universal que Freud, (1927e), p.150, considera que "[...] en modo
alguno son raros en la vida infantil [...]" y que luego con la maduración
desaparece. Se altera el juicio de la realidad exterior cuando ésta
es traumática para el psiquismo.
Se mantiene
el registro perceptual, pero despojado de la representación {"Verleugnung"}
y en su lugar, en el caso del educador narcisita, se lo sustituye por la
representación del doble. Aquello que el psiquismo ha desmentido queda fuera
del comercio asociativo de las ideas del educador, presto a volver como
siniestro.
Cada educador
tiene, o no, sus rasgos patológicos que le son singulares, cada cual tiene
rasgos más o menos dominantes o formaciones mixtas, de combinaciones
variadas.
Como ejemplo
de un educador narcisista tomaré el del educador con rasgos
psicosomáticos y
los efectos somáticos
que su actuación es suceptible de producir en los educandos.
Este concepto
ha de tomarse también en un sentido extenso, como metafórico y evocativo de
aquellas instituciones y políticas educativas o de otro orden, (económicas
por ejemplo) que sólo tienen en cuenta el eficientismo y los resultados, no
a las personas y el proceso de capacitación y aprendizaje.
Las ganancias
independientemente del costo psicofísico.
La
personalidad psicosomática se ubica como aquel que dice haberse
creado solo, haber conquistado su lugar merced a un gran esfuerzo y que no
le debe nada a nadie.
Se ha hecho
un nombre; en suma, es su propio padre.
Procura
hacerse un lugar, un prestigio. El yo del educador psicosomático que
desmiente puede a la vez expulsar un fragmento psíquico propio, sano, que
está de acuerdo con la realidad y ubicarlo en un semejante.
Cuando otra
persona, por ejemplo un estudiante, es sensato y opera acorde con sus
posibilidades y lo que le dicta su sentido común sin caer en el
sobreesfuerzo, (no me refiero al esfuerzo sano y necesario para la conquista
del conocimiento y de nuevas lógicas de pensamiento, sino a aquel que no
tiene en cuenta el deseo propio y solo se somete el ajeno), el educador le
atribuye a ese otro una actitud ingenua.
Es un
educando que "no se esfuerza", o no sabe "labrarse el futuro". Se ponen tan
exigentes y persecutorios que generan retaliativamente, que desde la
exterioridad les devuelvan la exigencia, y se sienten perseguidos.
La tensión
los mantiene estimulados y los convierte en educadores con alto nivel de
exigencia, y que producen efectos paradojales.
Sus educandos
no rinden y contrariamente a lo que el consenso supone comunmente, éstos
educandos si tienen rasgos sanos, se van de la institución.
Puede leerse
ésta actitud como que "no se adaptaron" (lo cual es posible), pero también
como que no se sobreadaptaron preservando su integridad psicofísica.
Estos
educadores suelen atentar contra la capacidad de autoconservación propia y
ajena. A veces, por satisfacer la exigencia de terminar con un programa de
estudios, a pesar de dificultades objetivas, tratan de satisfacer al ideal,
de tal manera que se provocan y provocan en sus educandos excesos de
cansancio induciendo de manera no explícita a la ingesta de estimulantes.
Debido al
padecimiento psicosomático, y al carácter calculador que los sigulariza,
tienen una retórica muy particular Se expresan en su discurso aludiendo a
órganos y/o a números. Es común observar frases como éstas; tal alumno es el
"pulmón" o el "corazón" o el "riñón" de la clase. O el menos destacado, es
conceptuado como un "cero a la izquierda". Expresiones comunes son: es un
"alumno de diez puntos", "el hombre del millón de dólares", "la chica diez".
Solo se
acentúan los valores relacionados con los números mercenarios.
Desestimación
El educador
refuta la realidad del educando, con la creencia de que éste es un
transgresor. Este tipo de educador al no tomar nota de los requerimientos de
sus estudiantes, continúa absorto en sus exposiciones y teorías, y en tal
caso se da por supuesto que la falta de empatía con el educando deriva de
que éste se halla sumido en un goce autoerótico. Si el alumno expresa una
necesidad, sobrevendrá la furia del educador al ser sustraído de ese goce.
Tomemos como
ejemplo clínico un estudiante en la época de la latencia, en que
evolutivamente se produce un empuje pulsional sin la posibilidad madurativa
de descarga, Freud, (1905d), y ésta se traduce en actividad motora, en
movimientos corporales.
Ante un
educador sobreexigente que no registra las necesidades del educando, aumenta
más la tensión en el alumno, y ésta es decodificada como "actos de
indisciplina".
Los intentos
de descarga frustrados pueden buscar su derivación por ejemplo vía el
toqueteo de los genitales, mal interpretada a veces como "masturbación
compulsiva".
Estamos ya en
el camino de la patologización de un proceso normal. En un paso más
surgen las descargas catárticas, gritos, espasmos de sollozos, dolores
cólicos, Freud, (1941f). Por fin, y según las series complementarias de
cada cual, unidos a los factores desencadenantes surgen las
dermatitis y pruritos, vitilígo, alopecía areata, acné,
exantema, eczemátide, hiperhidrosis, dishidrosis, herpes simple y zoster,
piodermia, reacciones alérgicas y asmáticas.
Expresión de una acumulación tensional que una mente en desarrollo no puede
tramitar psíquicamente y que busca descargarse vía introyección orgánica.
Otra forma de
descarga es la autoagresión como por ejemplo
escoriaciones, ulceraciones,
onicofagia,
entre otros. La expresión máxima de descarga tensional improcesable, tiene
su manifestación en los accidentes.
Una sola
condición no es suficiente, como tampoco el hecho puntual.
Requiere
además de la disposición previa del educando, de un medio familiar
abandonante, de ciertas políticas educativas y de instituciones lideradas
por educadores fascinantes.
Contradicciones
¿Como podemos
producir, los educadores, efectos dañinos en la mente de los educandos,
cuando domina en nosotros el fragmento narcisista.
Que
mecanismos ponemos en juego? Para dar respuesta a éste interrogante, me voy
a referir al tema de las contradicciones, D.Maldavsky, (1982).
En éstas hay
una aceptación aparente de las normas consensuales, pero de hecho, ya sea
través del discurso o de actos, estas normas son en verdad cuestionadas.
Suelen decir
una cosa y hacer otra, o decir cosas opuestas simultaneamente.
Tiene
vigencia aquello de "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago".
Podemos
considerar los siguientes tipos de contradicciones.
a.Contradicción orgánica:
Suele darse en educadores hiperactivos, exigentes y sobreadaptados, D.
Maldavsky, (op.cit). Nunca se cansan, o mejor dicho no no hay registro
del cansancio propio ni ajeno. Hasta que súbitamente se enferman
somáticamente.
O inducen a
la enfermedad del estudiante y de esta manera se sostienen en un equilibrio
precario a costa de la descarga en una mente ajena.
Este tipo de
educadores cuanto mayor es la tensión a la que se someten, mejor se sienten,
y mayor es el esfuerzo por aumentarla.
Hay
contradicción entre el llamado corporal a la suspensión del sobreesfuerzo
vía síntoma, y la promesa ilusoria de mayores triunfos y goces si continúa.
Contradicción
entre autoconservación y narcisismo.
Y esto es lo
que piden también de sus estudiantes sin tomar en cuenta el tiempo de
aprender y con ello coartan la posibilidad de comprensión. Producen
intoxicación.
Hay un
esfuerzo por aumentar cada vez más los rendimientos, y no toleran ningún
cuestionamiento. Se acompaña de prohibición de toda queja u oposición.
Pero además
el educador siente la amenaza de depresión y vacío si disminuye la
intensidad de su accionar o si fuga del campo. Vale lo mismo para el
educando.
Y otra cosa
más, hay una promesa ilusoria de mayor placer creciente si se mantiene la
actividad, que en realidad ubica al educador y al educando al borde del
colapso somático.
b.Contradicción lógica:
Hay una oposición entre una afirmación específica y una más amplia.
Contradicción entre dos registros perceptuales, por ejemplo lo visto y lo
oído por el educando. Cuando el educador da un mensaje desde el discurso o
desde sus actos y a la vez los desmiente. Entonces surge la duda ¿donde está
la verdad? ¿a quién se le debe creer? ¿no es que al educador hay que
creerle, entonces...?.
O bien
órdenes opuestas entre el educador y el contexto, lo que muestra la realidad
y lo que dicen los medios de difusión. ¿A quien creerle?.
Se puede
reforzar con un impedimiento a cuestionar la contradicción.
Para ello se
puede poner en práctica el recurso más sencillo de hacer callar al
interlocutor, a partir del uso autoritario de la posición asimétrica entre
el educador y el educando. Otra medida más sofisticada, consiste en el
desvío del pensamiento.
En éste
recurso hay una aparente respuesta a la pregunta que pudiera hacer el
educando, pero en realidad se lo desvía hacia otro tema. En la contradicción
lógica, ambos
términos
contradictorios están presentes, y es posible contrastar la contradicción.
Sin embargo,
a veces, un término se presenta bajo la forma de un recuerdo de una frase
dicha en otra oportunidad y opuesta a lo dicho actualmente.
O hay
oposición entre lo dicho por el educador y el mensaje que puede dar en los
hechos, a través de algun gesto o de actos que lo contradicen.
Por ejemplo
proclamar la honestidad y protagonizar hechos corruptos.
O
contradicción entre las normas morales que pueden enseñarse a los
estudiantes, y las que verdaderamente se ponen en práctica en
privado, o públicamente.
c.Contradicción semántica:
Se afirma experimentar un afecto o un deseo, pero la actitud correlativa es
opuesta a lo que se afirma. Por ejemplo, "te ordeno que seas feliz". Son
exigencias que imponen una sanción al incumplimiento y el que exige, sufre
si el exigido defrauda el anhelo del primero. El castigo es inocular culpa
por el incumplimiento. Con ello el que ordena queda en la posición de
víctima y ésta en la posición de victimario, con lo cual se induce la
confusión.
d.
Contradicción pragmática:
Son órdenes contradictorias, paradojales que se refuerzan en el ambiente con
otras dos órdenes: prohibición del comentario, prohibición de alejarse del
campo.
Claro que no
es el hecho puntual el patogenizante sino su reiteración y la imposibilidad
de refutar o huir. Por fin todos estos mecanismos, pueden ser reforzados con
discursos demagógicos y fascinantes, que apelan a los afectos y a la
adhesión al líder.
Con ello
tratan de convencer de la "irracionalidad" de creer en lo que se ve, de
creer en los sentimientos o en la forma de pensar convencional. Solo se debe
creer al líder, que es el dueño de la verdad.
-La
acción didactogénica
Conceptos
generales
Los
educadores con rasgos narcisistas, a veces ponen o ¿ponemos? en juego estos
mecanismos descritos e intentan o ¿intentamos? que el educando los padezca.
Si el
educando no se rebela ante el educador, el educando termina por
dudar de lo que ve o de lo que oye. La realidad se le hace extraña. El
educando puede, según su disposición previa, llegar al recurso último de
desestimar la realidad.
Si el
educando sí se rebela, obliga al educador a rectificarse, o si el educador
reitera su posición y no se doblega ante la contundencia de la realidad,
recurre a la defensa radical de desestimar. En ésta interacción generada por
las contradicciones, desmentidas y desestimaciones, el educando es objeto de
una violencia mayor
que la autoritaria.
En la violencia autoritaria, se hace callar al otro, pero este otro mantiene
la capacidad de pensar. En cambio con la desmentida, la desestimación
y las contradicciones, operando sobre un psiquismo en desarrollo puede
imposibilitarse la posibilidad de pensar, Y con ello arrancarle al
educando la convicción.
Convencerlo
de que son verdades las mentiras, a pesar de que su sentido común y
capacidad de deducción le dicen lo contrario. Convencerlo de que lo que ve
no es lo que ve. Desconfiar de sus registros perceptuales y de sus
sentimientos. El educando corre riesgos cuando este tipo de educador
sostiene reiteradamente estos mecanismos.
Pero una
sola condición no es suficiente.
Requiere
además, de la disposición previa del educando, de un medio familiar
abandonante, de ciertas políticas educativas y de instituciones rígidas
lideradas por educadores fascinantes. Este sistema pone al educando en
riesgo de oligofrenizarlo
porque no puede pasar al pensar activo, sino que permanece pasivo ante el
pensar del educador. Hay riesgo de enloquecerlo cuando el
contexto avala que la realidad sensorial es diferente al registro perceptual
del educando.
El efecto
didactopatogénico se instala, no por la contradicción, sino por la
imposibilidad de cuestionarla o de huir.
Tampoco se
instala la patología por la ación de hechos puntuales, sino de procesos que
tienen un despliegue temporal y en determinada época de la vida.
Cuanto más
precoz es más efectiva la actividad didactopatogénica.
Se van dando
las condiciones desde la temprana mala enseñanza para la indefensión
intelectual y la desesperanza, disminución del interés en la participación
colectiva, interés en la vida y en la lucha por ésta, desamparo infantil por
no estar el educando incluído como un Ser en la mente ajena, falta de
autonomía para bastarse a sí mismo en forma adaptada a las normas
consensuales. Se va, de manera inconciente e insensible, sellando el futuro
del niño.
Las
interacciones didactogénicas
Sus
manifestaciones
Cuando el
educador narcisista desmiente la realidad psíquica del educando, no reconoce
los distintos tipos de pensamiento de éste, acordes con cada período
evolutivo del estudiante. También desmiente el educador las diferencias de
cada uno de los educandos entre sí, en qué situación se encuentra cada cual.
Algunos estudiantes han llegado al nivel de pensamiento que la institución
escolar y el educador esperan de ellos.
Otros no han
llegado. Cuando institución y educador desconocen las diferencias que los
estudiantes tiene entre sí, imparten una enseñanza aparentemente
igualitaria.
A todos los
educandos la misma enseñanza. Pero el efecto que produce es paradojal,
acentúa las desigualdades de los educandos entre sí y de los educandos con
el educador.
Las
desigualdades de los estudiantes entre sí se acentúan porque estudiantes de
distintos niveles de evolución en su pensamiento reciben idéntica
información.
Entonces el
estudiante de nivel más evolucionado puede recibir información insuficiente
y queda carente de estímulo. Puede distraer su energía disponible para el
estudio a través de la descarga en la acción generando "trastornos de
conducta".
El alumno de
nivel menos evolucionado puede recibir información que aún no puede
comprender, puede generar supuestos "retrasos mentales".
La
transformación pasivo-activo
El incansable
preguntar del infante que tan enigmático parece a los adultos, es porque
estos no se dan cuenta que todas estas preguntas solo son rodeos alrededor
de una cuestión central. La investigación recae sobre el origen de los
niños, Freud, (1910c). El niño rehusa creer los datos que sobre ésta materia
le suelen ser proporcionados. Por más que los padres le den buenas
respuestas desde su perspectiva, el niño igual no cree y este descreer,
inicia su independencia intelectual.
El niño no
cree porque su maduración psíquica aún no está completada para entender.
Es un fracaso
universal, incitante para seguir pensando, es el prototipo de toda labor
intelectual. Este fracaso universal, necesario, no contingente,
parece ser además una marca fundamental para el ulterior desarrollo de la
cultura humana.
Otro tipo de
desautorización tiene que ver con mantener la ilusión que está al servicio
de defenderse del displacer. El niño no quiere escuchar para cuidar
ilusoriamente su omniciencia. Está en condiciones de creer, pero no tolera
lo que dicen.
Es una
defensa universal, una actitud hostil frente a la palabra oída del
padre.
Cuando
aparece la tendencia a desautorizar la palabra oída, a pesar de ser
valedera, suele ocurrir que los padres tengan una actitud desautorizante
ante su propia palabra.
Desautorización de los padres entre sí; desautorización del padre, de una
función como padre insuficientemente desarrollada; desautorización desde la
función de su propia palabra, por ejemplo: "haz lo que yo digo pero no lo
que yo hago".
En ésta
frase, su propia palabra queda desautorizada por su hacer.
Así se
constituye un núcleo didactopatogénico en el educando, que luego se repite
activamente. En la didactopatogenia el fracaso
deriva del insuficiente vínculo con los
padres.
Es necesario distinguir los dos tipos de fracaso. El primero es estimulante;
el segundo tipo de frustración está ligado a la arrogancia de los padres y
educadores, interfiere las preguntas, su desarrollo y la investigación.
Imperativos categóricos. Tabú del pensar. Saber enciclopédico. Recuerdos
póstumos.
Otras
consecuencias.
Un educador
sabe que, en un comienzo, su discurso es escuchado por el educando como un
imperativo categórico.
Tales
imperativos son universales, incondicionales. Este imperativo se sintetiza
en una fórmula, ésta impone obrar de tal modo que
se pueda desear que el motivo que rige
ese deseo de obrar sea una ley universal.
Ante estos imperativos el yo carece de capacidad analítica crítica. El
imperativo abarca el terreno de la sexualidad, el del trabajo y el de la
muerte. En el plano de la sexualidad, una serie de órdenes
prohiben la
masturbación,
imponen la necesidad de la maternidad o la
paternidad.
En el plano
laboral la orden podría definirse como "ganarás el
pan con el sudor de tu
frente",
y en cuanto a la relación con la muerte, la orden
consiste en reconocer la
necesidad del fin de la vida personal.
Inferimos que se trata de órdenes porque ante cada uno de estas situaciones
el yo reacciona con una actitud desafiante, que es un modo de acatamiento de
la ley como por ejemplo: por qué me tengo que morir, por qué tengo que
trabajar, o engendrar hijos.
Progresivamente con la maduración neuropsicológica y la explicación
pertinente adecuada al momento evolutivo de la mente infantil, el niño va
comprendiendo las razones. Cuando se interfiere la conquista de esas
razones, por falla en la respuesta (por déficit o por exceso de la misma)
los imperativos se mantienen como tales.
Con ello la
dependencia del educando y perpetuación del poder del educador.
El natural
deseo de saber infantil, puede encontrarse con la prohibición externa para
el pensar.
Frente a la
misma se instala el tabú del pensar. Al interrogante que formulan los
niños se le interponen un saber enciclopédico ya constituido que obtura
los interrogantes.
Pueden
reprimirse los interrogantes y rellenarse con conocimientos enciclopédicos
que inducen a la memorización y la repetición.
Las
respuestas inadecuadas al momento evolutivo pueden quedar inscriptas como
recuerdos póstumos.
Esto significa que la información no puede ser asimilada hasta ser
articulada con la vivencia y devenir en comprensión.
En estos
casos el educador puede entender que la no comprensión del educando es por
"déficit del aprendizaje o error del educando".
Toda vez que
el interrogante es obturado, se evita la interacción, la toma de decisiones
y la autonomía consiguiente. La desmentida del educador, conjuntamente con
la desmentida de la institución educativa y sostenida por programas de
estudio inadecuados, puede inducir a la desestimación por parte del alumno.
Esta
desestimación puede manifestarse como trastorno de
conducta, distracción,
agresividad
marcada, sexualidad exacerbada.
Cuando se
detectan estos síntomas, suelen evaluarse como trastorno individual del
educando (que puede serlo), pero desmientiendo una vez más el efecto
didactopatogénico de este tipo de enseñanza.
Otras
consecuencias
La
escisión del yo del educando y sus derivados.
En la mente
infantil, la desmentida y consiguiente escisión del yo no es patógena hasta
cierto momento del desarrollo, Freud, (1927e). Esta escisión le sirve al
educando para mantenerse en el autoerotismo y como resistencia para
adecuarse a la cultura.
La tenaz
adherencia a las fuentes de placer disponibles y la dificultad de renunciar
a ellas parecen constituir una tendencia general de nuestro aparato anímico.
Con la
instauración del principio de la realidad, enseñanza mediante, queda
disociada una cierta actividad mental que permanece libre de toda
confrontación con la realidad y sometida exclusivamente al principio del
placer.
La acción
continuada del autoerotismo permite que la satisfacción de objetos
imaginarios, más fácil y pronta, sea mantenida en sustitución de la
satisfacción en objetos reales, que es más trabajosa. Al sostenerse desde la
mala enseñanza la escisión, una parte del yo se relaciona con el educador
como si comprendiera, y otra se conecta con los objetos imaginarios. Cuando
el educador mantiene o estimula la escisión con mensajes inadecuados a las
lógicas en juego del educando, el yo de realidad de este no aprende porque
no vivencia; ésta se encuentra afectada al deseo.
Sin vivencia
no hay huella mnémica, sólo seudoaprendizaje y memorización.
Se predispone
el terreno a las trasgresiones éticas (porque el yo no asimila las normas
consensuales, solo las imita, y otra parte del yo, solo atenta a la
satisfacción, trasgrede). Unidas a otras precondiciones como las fijaciones
en el desarrollo psicosexual, la acción sobrestimulante de contextos
inductores, modelos parentales adictivos, se instalan las adicciones
y las conductas perversas, legalizadas desde la autoridad del
enseñante.
Cuando la
enseñanza es contraria a las lógicas en juego del educando, el yo de
realidad de éste intenta defenderse y se distrae.
Se producen
falsos intercambios con acumulación de información inmodificada.
Se afecta la
capacidad de pensar. El educando organiza un
seudoconocimiento
sobreadaptándose,
con excesiva dedicación de tiempo para el logro de
sus
objetivos.
Los rendimientos no están acordes con el esfuerzo
demandado, se instala el
desinterés por la tarea, déficit de la formación y de autonomía psíquica.
La
sobreadaptación se acompaña de la sofocación de los deseos propios en
función de adaptarse a los deseos del otro. Esto despierta odio y
desesperación, afectos que buscan su descarga por la vía motora y o en
el insomnio.
La falta del
dormir ocasiona un estado confusional con pérdida de la memoria y momentos
transitorios de desorganización mental.
El educador,
avalado por instituciones y políticas educativas que desconocen al
educando,puede reproducir masivamente la inducción de patologías
didactogenizantes.
Asistimos a
la "clonación". Es decir, reproducción indiferenciada de "sujetos",
idénticos entre sí y réplicas del modelo ideal que propone la institución y
el educador.
Sin embargo
un educando necesita del educador.
Lo busca
porque hay algo de la pulsión, no enteramente satisfecho que insiste
reiteradamente, Insiste y mantiene abierto los interrogantes buscando un
camino que el educador puede ayudar a satisfacer en parte.
De la
didactogenia a la violencia social
Esta
particular manera de seudorrelación del educador con el educando, es la
antítesis de amar, entendida como incluir al semejante. Es ignorar,
marginar, exiliar, dejar afuera, desconocer. El niño aunque fácticamente
pertenece a una familia, un grupo o una sociedad, intrapsíquicamente se
siente carente de atribución y pertenencia,
Puget et al, (1993).
La falta de
reconocimiento lo incapacita para adquirir la adecuada inserción en la
escuela, el barrio, el grupo religioso, la etnia o el país que le toca
vivir. El reconocimiento proveniente de un otro, que los educadores en
sentido ampliado lo acepten, el país como ciudadano, el grupo religioso como
miembro, que todos y cada uno lo confirmen, contribuye a la construcción de
la identidad.
Las fallas de
los mecanismos de atribución por parte de los educadores generan las
ansiedades de no pertenencia y amenaza de ser ignorado, excluído o
marginado. El niño completa su maduración en el vínculo con los Otros
entendidos como el conjunto de los semejantes que integran una comunidad, y
ésta imprime un sello propio a la mente infantil. No es posible sustraerse
de la estructura social en la que estamos inmersos. Cada espacio deja marcas
fundantes distintas, tanto más intensas cuanto mayor la ascendencia del
espacio influyente, más precoz el desarrollo evolutivo en un encuentro con
las disposiciones genéticas, hereditarias y familiares de cada cual. Cada
espacio tiene sus reglas de funcionamiento y valores imperantes, cuyo pilar
básico es la conservación de la vida. El anhelo de ocupar un lugar se liga a
las injurias de la autoestima originadas en la temprana exclusión de
pertenecer. Se ponen en marcha los mecanismos de la pugna interrelacional
siempre latentes, necesidad imperiosa de ganar "a toda costa". La adherencia
acrítica a modas y grupos, conductas ritualizadas, modalidades imitativas
defensivas para neutralizar sentimientos de inermidad.
Resumen
En estas
reflexiones acerca de la didactogenia el autor presenta el tema. Luego
destaca que gran número de personas tienen un rasgo de estos, pero que no
todos los educandos sufren iguales consecuencias. Describe las
características del educador narcisista, sus defensas predominantes y los
riesgos que el educando puede sufrir cuando aquel es avalado por ciertas
instituciones. Describe las interacciones didactopatogénicas generadas por
el desconocimiento que el educador tiene del educando; transformación
pasivo-activo, tabú del pensar, saber enciclopédico, recuerdos póstumos,
trastornos de conducta, distracción, agresivi-dad marcada, etc.
Summary
In this
reflexions of the didactogenicity the autour describes the introduction, he
sais that, although many educators possess these traits, not all learners
suffer the same consequences. He describes the characteristics of
narcissistic educators, the main defenses and the risks for the learner when
certain institutions endorse these educators. Depicts different types of
thought. Although knowledge is active, there is nearly universal disavowal
of this truth. Describes didactogenic interactions produced by the
educator's ignorance of the learner: transformation of passive into active;
the taboo of thought, encyclopedic knowledge, posthumous memories, behavior
disorders, lack of attention, hyper-aggressiveness, etc. He develop the
concept of the educator's double.
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