Globalización:
El nuevo orden y la ética de la exclusión social *
Marta H.
Ventre **
La crisis de las nociones y
valores propios de la “Modernidad” implica una transformación que modifica
profundamente las categorías de pensamiento, creencias y formas
institucionales. Los alcances de estos cambios pueden dimensionarse en todos
los ámbitos sociales, aunque en las organizaciones todavía es observable la
yuxtaposición de dispositivos, finalidades y formas nuevas, conviviendo con
otras propias del periodo anterior.
¿Cómo podemos describir la
situación actual? Pasamos de la fábrica a la compañía virtual; de la idea de
nación y empresa nacional a la de “aldea” y corporación global, de la
escuela a la “educación a distancia” y la “formación permanente”; del
encierro de los delincuentes a las penas de “sustitución”(para los delitos
considerados más leves)
y la utilización de artefactos electrónicos que permiten ubicar a su
portador esté donde esté; del empleo seguro y estable al trabajo temporal y
precario, instituyéndose una nueva “figura social”: el desocupado. Del
capitalismo propietario de los medios de producción al capitalismo de
servicios y especulación financiera. El marketing se ejerce de manera
incesante y su eje es la permanente rotación de productos, personas,
imágenes e informaciones que estimulan el gasto, el consumo continuo y la
ilusión de la inmediatez de las satisfacciones. “El hombre ya no es el
hombre encerrado, sino el hombre endeudado”
Se produce el pasaje del Estado
llamado “de bienestar”, que explicitaba que sus funciones eran garantizar
la equidad de los contratos colectivos, ocuparse de preservar la salud y la
educación pública, el cuidado de los ancianos y la asistencia a la
población, a un Estado ausente, que ni retóricamente se plantea tales
objetivos, que privatiza sus actividades y deja librado a la “economía de
mercado” y sus efectos a grandes contingentes humanos, sin protección
laboral ni sanitaria alguna. La reconversión económica provoca un enorme
“apartheid social” que excluye a cientos de miles de sujetos que
construyeron su subjetividad en la creencia del valor del trabajo y la
educación, como garantía de ascenso social, en un proceso a lo largo de
generaciones.
¿Cuáles son las relaciones
laborales que propone el “mercado”? Una empresa de Texas, que quiere
expandirse en América Latina, sólo emplea a menores de 32 años, de raza
blanca, educación universitaria, bilingües, con sentimientos religiosos
claros, sin hábito de fumar ni afiliación sindical. El contrato que firman
indica que la empresa puede despedirlos en cualquier momento y si ellos
renuncian, en tres horas deben abandonar sus oficinas.....
El economista P.Reich
hace una categorización de las características del trabajador requerido por
el sistema actual:
a)
Servicios rutinarios de producción (Las llama “tropa del capitalismo”).
Virtudes: ser puntuales y dóciles. Se incluirían en esta categoría las
tareas mecánicas y rutinarias.
b)
Servicios personales. Virtudes: a las dos anteriores agrega afabilidad.
c)
Servicios simbólicos: (se incluyen aquí investigadores, programadores,
ingenieros, etc.). Virtudes: Pueden identificar y resolver problemas
simbólicos complejos, tienen conocimientos técnicos y acceso a múltiples
fuentes de información, capacidad y rapidez en la toma de decisiones,
flexibilidad para adaptarse a situaciones cambiantes.
En consonancia con estas nuevas
modalidades laborales es interesante conocer las propuestas que ofrecen los
consultores empresarios, para tener una idea de la concepción del
capitalismo global. Mark McNeilly, ex funcionario de la empresa IBM y actual
consultor estadounidense de empresas ofrece algunas estrategias para ser
exitoso:
a) Evitar
la fortaleza y atacar la debilidad del “contrincante” (arremeter donde menos
lo esperen).
b)
Engañar
y conocer bien el tema
c) Tener
velocidad y preparación (actuar con diligencia para superar a los
competidores).
d)
Influir en su oponente (empleo de la estrategia para dominar a la
competencia).
e) Los
negocios, al igual que la guerra, es una contienda de voluntades, dinámica y
acelerada.
f) Cuando
se ataca a un competidor con un embate directo sólo se fortalece su
resistencia, tanto física como mental. Así no es posible alcanzar el éxito.
g) La
clave para “capturar mercado” es la ofensiva indirecta, para dar un golpe
más sustancial.
El objetivo: “tomar
intacto todo lo que hay bajo el cielo”.
Aparece claramente el proyecto
de aniquilar al otro sin contemplaciones. Los participantes se encuentran en
una guerra que instaura una forma de violencia feroz. No es extraño entonces
que la solidaridad colectiva haya sido reemplazada por luchas entre lobbies
corporativos, que intentan aumentar o preservar sus propios beneficios,
países que rivalizan entre ellos para “atraer las inversiones” y la
competencia feroz entre quienes tienen el “privilegio” de trabajar y los que
fuera del circuito laboral esperan reemplazarlos (para el año 2020, se
calcula que el 2% de la fuerza laboral podrá satisfacer la demanda total).
Simultáneamente reaparecen formas exacerbadas de nacionalismo, racismo y
xenofobia en distintos puntos del planeta.
La competición por el trabajo va
acompañada de una competición en el trabajo, que hay que intentar conservar
a cualquier precio contra la amenaza del despido, disminuyendo drásticamente
las oportunidades laborales, degradándose las condiciones de trabajo, junto
con el aumento de la desocupación y la precariedad laboral. Esta se
inscribe en un modo de dominación social, obligando a los trabajadores a la
aceptación de formas de empleo acordes con los criterios económicos
globales.
Las propias empresas colocadas
bajo la misma intimidación que los trabajadores tienen que ajustarse de
manera cada vez más rápida a las exigencias de los “mercados”, so pena de
“perder la confianza” de los accionistas, inversores, fondos de dinero e
instituciones macro nacionales que “califican” su “competitividad”. Estos
son los que imponen criterios en materia de qué y dónde se produce, a
quienes se contrata, cuánto se les paga y que conocimientos se exigen,
instituyendo un nuevo criterio: la formación permanente. Estos parámetros se
generalizan a todos los ámbitos sociales y los sujetos están “obligados a
demostrar su “flexibilidad” para adecuarse a nuevos aprendizajes según la
conveniencia de las empresas, provocando un sentimiento de inseguridad y de
“indignidad” hábilmente convertido en sistema de control social.
Para Peter
Totterdill, integrante del Gobierno inglés, los economistas y políticos se
confunden cuando hablan de flexibilidad, puesto que hay una flexibilidad
"numérica" y otra "funcional". Hoy se apuesta a la primera, lo cual se
traduce en el poder absoluto que tienen los empresarios para disponer de
medios y hombres. La flexibilidad numérica está en la antípoda de los
criterios de aquellos que pretenden un concepto diferente de
"competitividad". Señala que se está dando una modernización sin
transformación. La paradoja parece ser ésta: este momento que supuestamente
se caracteriza por el fin de la época de la "verticalización" de la
producción, no logra que concluya la “verticalización” en la toma de
decisiones de las cúpulas patronales.
Robert Castel
considera fundamental la relación existente entre el trabajo y la inserción
social. De acuerdo con la investigación que este autor llevó a cabo en
Francia establece :
a)
Zona de
integración: constituida por los sujetos con trabajo seguro.
b)
Zona de
vulnerabilidad: corresponde a los que con trabajo precario tienen una
inserción social frágil.
c)
Zona de
des-afiliación: propia del desocupado que muestra una tendencia marcada al
aislamiento y a la pérdida de lazos sociales.
Desde este
punto de vista si antes los trastornos mentales eran más bien asociados con factores
emocionales singulares, hoy no pueden dejar de vincularse con la pérdida del
trabajo, la subocupación, el desalojo, la usurpación, la incertidumbre
económica y los cambios vertiginosos que desestructuran al sujeto. La
pérdida del soporte grupal de pertenencia y el reconocimiento de los otros
provoca nuevas formas de enfermarse, como se observa cotidianamente en la
practica clínica.
Así, los ritmos y
modelos que impone a la cotidianeidad las nuevas condiciones laborales ha
maquinizado el quehacer urbano, estimulándose a través de los dispositivos
mediáticos la aceptación de los nuevos valores centrados en el consumo, la
importancia del “mercado” y la hiperactividad. Acorde con ellos la noción de
ciudadano es “reemplazada” por la de “cliente” o “consumidor”. Doble
discurso que, por un lado, estimula el gasto y la adquisición permanente de
distintos objetos y por otro, apunta a la disminución de los ingresos de
gran parte de la población, la cual cuenta sólo con los recursos suficientes
para la subsistencia, acotándose la posibilidad de proyectar en el mediano o
largo plazo, ya que para muchos no parece posible aspirar al cambio de su
situación como consecuencia de su trabajo y su propio esfuerzo.
Estas transformaciones han
provocado que se modifiquen las relaciones entre espacio público y privado,
devaluándose el primero y estimulándose su privatización. Aquellos espacios
colectivos “poco rentables” son descuidados, degradándose por la falta de
atención y cuidado de las instancias estatales. La ciudad se va
transformando en el imaginario de la población en un “territorio” exterior,
ajeno y peligroso, debilitándose o desapareciendo la responsabilidad
singular y colectiva sobre la misma.
Se fragmentan así los lazos que
unían a la gente con su trabajo, su entorno, su comunidad y su historia. El
barrio, que para amplios grupos humanos servía de anclaje a estilos de vida
y valores compartidos- muchas veces alrededor de una industria o actividad
productiva - donde se organizaban redes de contención afectiva, intercambios
y solidaridades, tienden a quebrarse por el cierre de esas fuentes de
trabajo o la modificación de las formas contractuales que se instituyen.
Baudrillard se
pregunta si el hipermercado o “shopping” es el modelo contemporáneo de la
“socialización controlada”. Un espacio-tiempo homogéneo, anónimo, donde el
tránsito de personas, marcas, juegos, espectáculos, alimentos, -todos
convertidos en mercaderías- circulan para ser consumidos en el menor
tiempo
posible. Paisaje del almacenamiento, el espectáculo y la distribución
utilitaria.
Su instalación provoca el ocaso de los pequeños establecimientos barriales.
Lugar
de adquisición de productos pero también microespacios de encuentros,
intercambios y relaciones colectivas.
Coherente con
esta concepción se produce la fragmentación de la vida urbana y la
aparición de “ghettos” según clases y etnias, que modifican la fisonomía de
la ciudad y de los suburbios, creando nuevas fronteras espaciales y
simbólicas. El pensamiento del capitalismo global dice Enrique Marí se
muestra en el modelo arquitectónico que ofrecen los llamados “edificios
inteligentes”. Nueva realización del sueño de El Panóptico de Jeremy
Bentham, pero invirtiendo su objetivo. Estas “cárceles modelo” que se
construyen ya no para encerrar a los pobres y delincuentes, sino para
proteger a las clases adineradas de los “otros”, que ahora quedan afuera.
Edificios donde su funcionamiento está organizado alrededor de una idea
central: “todos pueden ser peligrosos.
Si desde lo
social el principio de alteridad desaparece y el sentimiento de desamparo
aumenta, las tendencias destructivas hacia los otros se refuerzan siendo
destituidos de su condición de semejante. No es extraño entonces que se
produzcan actos de violencia social que se juzgan a primera vista como
gratuitos, feroces, donde víctimas y verdugos se confunden. Puede ser la
toma de rehenes en Buenos Aires o las bandas nazis que apalean inmigrantes
en Europa o las matanzas indiscriminadas llevadas a cabo por adolescentes y
niños en Estados Unidos. Lo que en otro momento hubiera sido sorprendente
por su rareza hoy forma parte de la vida cotidiana, siendo sus protagonistas
de diferentes edades e inserción social. La violencia anónima,
indiferenciada e irracional que produce el sistema atraviesa todo el campo
social.
Se instala un
discurso xenófobo que pone el acento sólo sobre las conductas violentas de
aquellos que no pueden adaptarse y quedan marginados en este nuevo contexto
social. Se pide más “seguridad”, que se controle “la inmigración
clandestina”, (recordemos en la Argentina las persecuciones que han padecido
cíclicamente paraguayos y peruanos, soportando allanamientos humillantes,
cacheos públicos, etc., convertidos políticamente en responsables de la
desocupación que afecta a nuestra población); que se aumenten las normas
represivas (se presiona para que los legisladores promulguen leyes más
duras), se intensifican los requerimientos de “tolerancia cero” hacia los
delincuentes, etc. Foucault ya había señalado que mostrar a los delincuentes
como peligrosos, no solo para los ricos sino también para los pobres, es de
utilidad política porque permite manejar el miedo y la hostilidad de la
población y justificar el aumento de las instancias represivas dando
simultáneamente beneficios económicos a ciertos grupos, en tanto se crea
alrededor de la organización carcelaria diferentes fuentes de ingresos.
Dispositivos que se van modificando según las épocas pero apuntando a los
mismos objetivos.
¿La
temporalidad puede sustraerse a esta lógica? La relación entre la
experiencia del tiempo y las condiciones objetivas que las posibilita está
tan naturalizada que pasa desapercibida. “Cuando el vínculo entre el
presente y el futuro por la precariedad o la falta de un ámbito laboral y
económico se rompe, el sujeto pierde las coordenadas temporales que lo
conecta con los otros y con el mundo social. El tiempo vacío se opone al
tiempo ocupado de quien tiene una actividad con sentido económico y social;
las condiciones de estabilidad que posibilitan imaginar una trayectoria
previsible para el futuro se oponen a lo provisorio y a la incertidumbre de
perder las posibilidades presentes. Esto anula las expectativas y coloca a
los sujetos en un presente continuo sin metas posibles.”
¿Cuál es el
tiempo del que hablamos? Para la concepción actual más que nunca “el tiempo
es oro”. El ideal empresario se expresa en hacer negocios. Y los negocios no
tienen horario y tampoco lugar específico. Por eso se hacen tanto en la
empresa, como en el aeropuerto, el almuerzo, el “country” y en cualquier día
y hora. Un tiempo continuo e ininterrumpido para la actividad laboral. Para
los asalariados aparecieron nuevos términos que dan cuenta de los “nuevos
tiempos”. Se les solicita “flexibilidad”, dedicación “full time”,
disminución de los tiempos de descanso, tanto en el día como en la semana
laboral.
Pero la hegemonía de estos
discursos y practicas no implica la ausencia de movimientos sociales de
resistencia a los mismos. En las últimas reuniones de los delegados de los
poderes globales que representan al Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial y la Organización Mundial del Comercio, manifestaciones
multitudinarias expresaron su repudio contra los efectos de la
globalización. En nuestro país aparecen “los piqueteros” y otros movimientos
de lucha que logran adquirir “visibilidad” colectiva a partir de acciones
puntuales. Esto posibilita evitar el aislamiento de los afectados y
otorgarle existencia social a una enorme población inactiva y marginada.
Proponen a sus participantes movilizarse y convocan a todos los desocupados
y trabajadores a incluirse, recordando que hay que superar las falsas
separaciones entre los que trabajan y los que no, ya que esta división es
funcional al sistema, en tanto a unos se los extorsiona con la existencia de
los otros.
Asimismo, en los espacios micro
se presentan distintas formas de respuesta de los actores institucionales.
Aparecen prácticas y lazos sociales con características novedosas, como
modos de resistencia al desarraigo y la falta de trabajo. Intentos
colectivos para subsanar o disminuir los efectos de la devastación
social. Estas tramas colectivas ofrecen la posibilidad de que aparezcan en
los intersticios del sistema grupos alternativos cuya potencialidad
enunciativa puede permitir diversas formas de organización y resistencia a
la exclusión social; propiciando no solo reivindicaciones específicas sino
también nuevos proyectos de largo alcance e inéditas modalidades de lucha,
como ocurre en los ultimes meses con la aparición de las “Asambleas
barriales”, que intentan reapropiarse y revalorizar el espacio público como
lugar privilegiado para instituir nuevas formas de acción política.
Todo sistema en su aparente
orden provoca tensiones, contradicciones, cortes, discontinuidades, por
donde a los sujetos se le presentan junto con las sujeciones, posibilidades
de resistencia y de lucha para modificar lo establecido.
El psicoanalista francés
Cornelius Castoriadis en una conferencia pública dictada en la Facultad de
Psicología (U.B.A.), el 9.5.96 señalaba: “...por el momento, el proyecto
capitalista ocupa todo el espacio social. Lo otro, la alternativa,
...trabaja en las profundidades de la sociedad y por eso no lo podemos ver
fácilmente... tenemos que trabajar para que se
manifieste”.
En este sentido es alentador
constatar que la atomización individual, la queja estéril y la nostalgia del
pasado -frente al sufrimiento que provoca el ajuste destructivo del
“mercado”- están siendo lentamente revertidas. Esto es posible que permita
no solo cuestionar a los instituidos sociales e inventar nuevas
significaciones y prácticas colectivas, sino también interrogar los efectos
que ha provocado en la subjetividad de cada uno de nosotros, en nuestras
practicas profesionales y en nuestros intercambios cotidianos.
Los defensores
del statu quo siempre elaboraron una imagen del futuro idéntico o peor que
el presente, tratando de expulsar cualquier esperanza o expectativa
diferente del orden actual. Persistentemente tratando de que las
expectativas queden limitadas a “mínimas mejoras”. Solo los grupos
instituyentes usaron las utopías como posibilidad transformadora del orden
existente.
La utopía “no es un sueño, una quimera, no es una huida frente a la
realidad; sino que es tensión intelectual, pensamiento del futuro,
proyección”.
En
respuesta a
esta ética de la exclusión tenemos que intentar colectivamente reconstruir y
practicar una ética
de la
participación, la inclusión y la solidaridad.
*Trabajo presentado en el X
Congreso metropolitano de Psicología: “Odisea de la Ética”
(mayo 2002). Reelaboración
de un capitulo del articulo de su autoría:”La globalización y las nuevas
formas de control social” publicado por la Revista “Subjetividad y Cultura”,
México-D.F. y por la Oficina de Publicaciones de la Facultad de Psicología
(U.B.A.).
** Psicóloga
clínica e institucional. Jefa de Trabajos Prácticos de la Cátedra 1 de
Psicología Institucional (U.B.A.). Compiladora del libro:“La drogadicción:
Una mirada Institucional” Ediciones Búsqueda.
Bs. As. 2001.
rizomadelsur@hotmail.com
Esto es necesario analizarlo según los países y las relaciones de fuerza
internas.
Deleuze, G. “El marketin es el nuevo control social” Fuente:Ajo Banco
L’Autre Journal, Paris.
Pasquini Durán, José María: “Desafíos” en el matutino Pág. 12-Bs. As.
Reich, R.: “El trabajo de las naciones. Hacia el capitalismo del siglo XXI”
Vergara Editores. Bs.As.1993.
[5]
McNeilly, Mark: “Sun Tzu y el arte de los negocios” (Oxford University
Press). 1990. Se basa en la obra “El arte de la
guerra” escrita por el
general chino Sun Tzu (400 a. C.).
Baudrillard, Jean: “Cultura y Simulacro” Editorial Kairós- Barcelona. 1984.
Foucault, Michel: “Microfísica del Poder”. Ediciones de La Piqueta. Madrid.
1979.
Bourdieu, Pierre: “Meditaciones pascalianas” Editorial Anagrama. Barcelona.
1999.
Colombo, E. y otros: “El imaginario Social” Editorial Tupac-Nordan. México.
1989.
Citado por Colombo, tomado de “Calidoscopio”, XIV-23. |