Inmigración y Plástica: Los Pintores

María González Rouco

Licenciada en Letras UNBA

Periodista Profesional Matriculada

mgonzalezrouco@yahoo.com.ar

 

 

En esta monografía me ocupo de algunos inmigrantes que descollaron en la pintura argentina desde 1850 hasta nuestros días. Me refiero también a quienes, descendiendo de ellos, los evocaron en sus obras.

 

Los italianos llegaron con su arte al Río de la Plata. En 1854 se instala en Buenos Aires el pintor milanés Ignacio Manzoni, “que no sólo era un estupendo retratista y pintor de cuadros de género, sino que también impuso los bodegones y la ‘natura morta’ o como dicen los alemanes los ‘cuadros de vida silenciosa’ “ (1).

De la isla de Capraia, donde había nacido en 1844, vino Epaminonda Chiama, quien llegó a Buenos Aires a los diecisiete años. Aquí “su padre se dedicaba a hacer marcos de cuadros y vender artículos de ferretería. El niño era aficionado al dibujo, ya que había cursado en el Liceo de Génova algunas clases elementales. Uno de los clientes de su padre lo ve realizar un estupendo dibujo ecuestre y se ofrece a darle clases gratuitas, con gran honestidad, el maestro que se llamaba Luigi Novarese, a los pocos meses le manifiesta al padre que no tiene nada más que enseñarle al joven alumno, ya que las obras que realizaba eran de una calidad superior”. “Chiama comienza a exponer sus obras en el Café Italia, y son los inmigrantes italianos sus primeros compradores” (2). Muere en Buenos Aires en 1921.

Otros italianos se destacaron en la pintura: Reinaldo Giudici, nacido en Italia en 1853, quien fue uno de los fundadores de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes; Guillermo Da Re (1867-1910), nacido en Venecia, Italia, que cursó estudios artísticos en su patria, y Salvador Zaino, nacido en 1858 (3).

El nombre de Mario Zavattaro quedó ligado al de José Hernández. El pintor fue “un inmigrante genovés que se documentó exhaustivamente antes de emprender la tarea que se había impuesto: ilustrar cada uno de los 33 cantos del libro. Ex luchador grecorromano, Zavattaro consultó manuscritos de Hernández y 120 fotos camperas que había tomado Francisco Ayerza entre 1885 y 1890; incluso pasó meses en una estancia para conocer ranchos, pulperías y gauchos reales. Luego, se encerró a pintar en los ratos libres que le dejaba su trabajo en Caras y Caretas. El resultado fueron 36 acuarelas, a cual mejor y más detallista. El genovés murió en 1932 sin dar a conocer sus obras” (4).

Tomás Ditaranto, quien emigró en 1904, a los cuatro años, fue aprendiz de herrero a los ocho, y llegó a ilustrar la edición polilingüe del Martín Fierro. Por iniciativa de su hijo, Hugo, surgió en 1983 el Museo Epeo, en Nocara, Italia, que consta de tres salas en las que se exhiben setenta obras. “No fue fácil lograr ese objetivo. Hugo se conectó con parientes de Tomás que habitaban el pueblo donde nació el artista, Montescaglioso, con la idea de armar el museo allí, pero se enteró de que en una ocasión la mafia robó un cuadro de su padre de la Basilicata, entonces, por razones de seguridad y hasta contar con las medidas correspondientes para una exposición permanente, no consideraron oportuno recibir la donación de las ciento cincuenta obras de Ditaranto prometidas por Hugo. Actualmente, se está reconstruyendo la Abadía Benedictina –sumamente importante en Italia- donde es probable que puedan dedicar una sala a las obras de Don Tomás“ (5).

El italiano “Alfredo Lazzari (1871-1949) es uno de los artistas que aportó efectivas realizaciones al esfuerzo de renovación de la pintura argentina en los comienzos del siglo XX. Lazzari, es uno de nuestros mayores pintores intimistas, tanto por su pincelada como también por las reducidas dimensiones de sus obras, admirablemente resueltas, de un estilo emparentado al de los macchiaioli italianos, que alternaba con momentos de inspiración naturalista e impresionista, escuela de la que fue uno de los primeros representantes en nuestro país. Colorista nato, con un manejo muy sabio de la luz, pintó jardines y paisajes, plazas, barrios y casas suburbanas: en la historia de nuestra pintura representa a uno de los iniciadores del tema urbano. Llegado de Italia a fines del siglo XIX, desarrolló desde entonces una intensa labor como pintor y docente: siendo profesor en la Sociedad Unión de La Boca, tuvo entre sus más destacados discípulos a Quinquela Martín y Fortunato Lacámera; Thibon de Libian y Victorica también supieron consultarlo. Dedicado a la enseñanza, a lo largo de su vida realizó sólo tres muestras individuales y participó escasamente en los salones oficiales” (6).

Rafael Squirru refuta la condición de autodidacta de Quinquela Martín, recordando al maestro inmigrante: “Mucho se ha repetido su condición de autodidacto; ello no es exacto, ya que tuvo excelente maestro en Alfredo Lazzari, un artista italiano de sólida formación académica en Luca, Florencia, y en Roma, quien le dio clases en un modesto instituto de La Boca. Con él se formó Quinquela como otros grandes de su época, tales como Fortunato Lacámera” (7).

Ya en nuestro siglo, mencionamos a Eduardo Pla, “un polifacético artista ítaloargentino que ha incursionado en la pintura, la escultura, el cine, la computación, entre otras tantas disciplinas” (8).

Antonio Ortiz Echagüe nació en  España en 1883 y falleció en nuestro país en 1942. A criterio de Mercedes Di Paola de Picot, directora del Museo de Arte Español Enrique Larreta, de la ciudad de Buenos Aires, el pintor “está hoy casi olvidado por el público de Buenos Aires; más aún, me atrevería a afirmar que es prácticamente desconocido por la gran mayoría de aquellos que recorren exposiciones en museos y galerías”. Considera que “logró en vida grandes aciertos plásticos y merecido éxito como artista” y que hay en sus obras “una personalidad muy particular, con una faceta artística valiosa y singular que hicieron de él uno de los representantes importantes del arte figurativo español del siglo XX” (9).

Los franceses también realizaron su aporte a la plástica nacional. El padre del presidente Pellegrini fue “el preferido de la sociedad porteña, ya que hacía estupendos retratos a la acuarela en tan sólo dos horas y a precios acomodados” (10).

Fernando Fader “nació en Burdeos, Francia, el 11 de abril de 1882, pasó su infancia en Mendoza, por eso manifestó alguna vez ser mendocino, se educó en Europa, vivió algunos años en Buenos >Aires, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la provincia de Córdoba, donde pintó los maravillosos paisajes de las sierras, y allí falleció el 28 de febrero de 1935, en su casa de Loza Corral, Ischilín. A pesar de su lugar de nacimiento es, sin duda, un artista argentino, un ‘grande’ de nuestro arte” (11)

Leónie Matthis nació en Francia en 1883; y dedicó la mayor parte de su obra a la Historia Argentina. “Más de una vez se ha vuelto sobre la obra de la pintora francesa Léonie Matthis (1883-1952) cuando se necesitó saber cómo fueron las casas y los interiores –y hasta los paisajes- en los que transcurrió nuestro pasado. La riqueza que conoció la Argentina a fines del siglo pasado y comienzos del que corre llevó al país a una modernización radicalizada, que les costó la vida a edificios del más alto valor artístico y simbólico, mientras las ciudades crecían casi sin control. Aquellas casas fueron las que Matthis conoció o reconstruyó en sus telas con un rigor de raíz arqueológica que no ignoró la adición poética a través del color y el manejo de la luz” (12).

Y llegaron asimismo pintores de otras tierras: Jaques Witjens, holandés, llegó en 1920 y murió aquí en 1956; Adolfo Mettfesel, pintor, dibujante y litógrafo, quien había nacido en Suiza en 1836; Nelly O’Brien de Lacy, nacida en Polonia, emigra en 1950 (13).

 

Hijos de inmigrantes 

Muchos hijos de inmigrantes se dedicaron a la pintura; entre ellos, Angel Della Valle, nacido en 1855, hijo de un lombardo, y José Malanca, hijo de los inmigrantes italianos Settimo Malanca y Angelina Morassutti, nacido en San Vicente, Córdoba, en 1879 (14).

En 1890 nace un niño que es dejado en la casa de Expósitos “con finos pañales” (15). En 1897, es adoptado por el matrimonio formado por Manuel Chinchella y Justina Molina. “Sabida es la vida del niño acogido por el matrimonio Chinchella donde el padre era estibador portuario y la madre india entrerriana. De niño tuvo que abandonar el colegio para ayudar a sus modestos padres, primero entregando carbón a domicilio y luego cargando él también bolsas en el puerto, hasta que la seria amenaza de tuberculosis lo obligó a pasar una temporada en Córdoba. A su vuelta ya estaba convencido de que su destino era pintar y a ello le dedicó el resto de su vida” (16).

A los 17 empieza a estudiar con Lazzari. A los 20 expone por primera vez en la Sociedad Ligure de Mutuo Socorro. De esta época son los primeros retratos que realizó, tras los cuales se lee, escrito de puño y letra, lo que percibió por las obras: “en un caso fue un ‘café con leche’, y en otro un ‘par de zapatos’ que no sabemos si era nuevo o usado” (17).

“Quinquela alcanzó las dimensiones de una leyenda en vida, desde su nacimiento en 1890, habiendo sido entregado a la Casa de Niños Expósitos, hasta su octogenaria muerte en 1977 luego de haber realizado una obra que por extensión y por intensidad no tiene parangón en nuestro medio, salvo las raras excepciones que pueda haber”.

“Cuando Quinquela Martín expuso en Londres, el director de la Tate Gallery declaró que el único pintor que podría compararse con nuestro maestro (pintor y grabador) era Vincent Van Gogh. Esa afirmación iba más allá de un simple parentesco estilístico; se refería a la intensidad del sentimiento que animaba el arte de ambos pintores. Este sentimiento que llevó a Van Gogh a predicarles a los mineros de Borinage y a Quinquela a concentrar toda su temática en el puerto de La Boca, exaltando el trabajo de los estibadores, lo encuentro en equivalente literario en algunos pasajes de las novelas de Dostoievski. (...) Quinquela es al arte de nuestra ciudad lo que Molina Campos es al arte rural o ‘Martín Fierro’ a la poesía gauchesca”” (18)

En 1905 nace en Rosario Antonio Berni, huérfano de un sastre italiano, quien “es y seguirá siendo, el más valioso creador pictórico de ese país que progresaba en el atraso. Como corresponde a cualquier principiante, Berni –nacido en Rosario el 14 de mayo de 1905- pintó sus primeras obras influido por el peso abrumador de Pablo Picasso y poco después por Giorgio de Chirico, que lo acercaban menos al surrealismo que a sus propias raíces paternas”. “Seguro de sus propias imágenes, avanzó con indudable puntería sobre la marginalidad social (Manifestación, Chacareros, Club Atlético Nueva Chicago) uniendo rigor analítico e impactante belleza pictórica. Estaba urgido por la simpatía y la solidaridad que esos seres, nada imaginarios, le provocaban. Berni logra emocionar sin golpes bajos” (19). “Pintar –decía- no es sólo una manera de hacer, es una manera de pensar que debe trascender” (20).

De sangre española fue un pintor famoso: “Los Bernaldo de Quirós son una de las familias más tradicionales de España. En 1855 Julio arriba al Uruguay desde el País Vasco, radicándose luego en Gualeguay, Entre Ríos, donde fue designado Intendente en 1880. Meses antes, el 18 de mayo de 1879, nació Cesáreo, quien tuvo otros nueve hermanos. Ya a los ocho comenzó a usar pinceles”. A los dieciséis viaja a Buenos Aires. Estudia con el valenciano Vicente Nicolau Cotanda, y en la Academia de Bellas Artes, con Angel Della Valle (21).

Luis Seoane nació en 1910 “en Buenos Aires, pero hizo sus estudios primarios, medios y terciarios en Santiago de Compostela. Allí se recibió de abogado y allí terminó sus días. Después de la Guerra Civil Española regresó a la Argentina, donde fue miembro de número de la Academia Nacional y obtuvo, en 1962, el Premio Palanza. Viajaba regularmente a Buenos Aires, aunque tenía su casa en La Coruña, donde se radicó en 1971. Allí se hizo en 1989 una muestra antológica de sus obras y en 1996 se estableció la fundación que guarda la mayor parte de los suyo” (22). El sentimiento de este hombre de dos mundos puede adivinarse en su pintura, que evoca tanto paisajes gallegos cuanto argentinos. En su obra viven labriegos, marineros, lecheras, campesinos con vacas, marisqueras, emigrantes, en amable yuxtaposición con paisajes de Chos Malal y de un suburbio de Buenos Aires. A estos cuadros se suman otros, en los que aborda diferentes temas, testimonios todos de su paso por esta vida y su valiosa manera de reflejar cuanto lo rodeaba.

Un descendiente de inmigrantes realiza la tarea que antes realizó Zavattaro: Carlos Alonso ”supo que la editorial Emecé había abierto un concurso para quienes se animaran a dibujar a Fierro, el Quijote local. Alonso fue, presentó sus bocetos y ganó el premio. Dicen los que vieron casi todas las caras imaginadas para Martín Fierro, que la versión que el mendocino pintó en 1959 es la interpretación más descarnada y alucinante del poema de Hernández que se conozca” (23).

Pero también había sido descendiente de inmigrantes uno de sus predecesores: en 1878, el catalán Rafael Casagemas presenta a José Hernández un joven caricaturista, Carlos Clérice, que terminaría siendo el primer ilustrador del Martín Fierro. (...) Clerice, hijo de un francés  dedicado a la fabricación de carruajes, se memorizó de cabo a rabo los originales de La vuelta de Martín Fierro y apenas se sintió listo para la tarea, dedicó noches enteras a poner a punto las litografías que ilustrarían la obra. En su prólogo a la primera edición de La vuelta... –20.000 ejemplares: un best seller del año 1879-, el autor manifestaba su orgullo por la factura final de la obra: ‘Lleva también diez ilustraciones incorporadas, y creo que en los dominios de la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora: así se empieza. Las láminas han sido dibujadas y calcadas en la piedra por don Carlos Clérice, artista compatriota que llegará a ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela, sentimiento artístico y amor al trabajo” (24).

Butler, en cambio, era descendiente de europeos de otras naciones: “Nacido en una familia en que convergía sangre irlandesa y lígure, el 14 de diciembre de 1880 en Córdoba, venía al mundo quien con el tiempo sería uno de los Grandes de nuestro Arte: Fray Guillermo Butler”, escribe Carlos María Pinasco (25).

 

Pintores de inmigrantes

En febrero de 2000, se anunció que Guillermo Roux comenzaría a pintar un mural en la nueva sede del Bank Boston. “Ya que el edificio está construido frente a la calle Alem, que en su momento fue el Paseo de la Alameda, me propuse una visión poética de prinipios de siglo pasado. Entonces, esa calle era un itinerario de artistas, inmigrantes, actores del circo criollo, chicas del cabaret, últimos malevos y poetas rantes. Si hasta el Gordo y el Flaco, antes de la gran fama, caminaron por ahí" (26).

También pinta inmigrantes Fernando Allievi, artista nacido en Chubut en 1954, que en 1978 llegó a Córdoba –donde reside actualmente- para estudiar en la escuela Figueroa Alcorta (27).

Carlos Alonso nació en Tunuyán, Mendoza, en 1929. Tuvo “como abuelo materno a Salvatore Lisandrello, un siciliano de Siracusa, y su abuelo paterno era Sandalio Alonso quien vino de León. España. Ambos llegaron a nuestro país en 1914. (...) Ya a temprana edad cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de Mendoza y luego en Tucumán con el maestro Spilimbergo. Cuando cuenta 24 años viaja a Buenos Aires y expone por primera vez en esta ciudad, viajando posteriormente a Europa. Es el artista más popular del arte contemporáneo argentino y en reiteradas ocasiones volvió a Europa en busca de sus raíces, habiendo vivido largas temporadas tanto en España como en Italia (28).

José Alberto Marchi desciende de inmigrantes italianos y españoles. Gutiérrez Zaldívar se refiere detalladamente al origen del artista: “los personajes de las obras de José Alberto Marchi son seres enigmáticos; hombres y mujeres que se mueven en paisajes desconocidos, extranjeros lejos de su tierra”. La raigambre de esta inclinación es sugerida por el critico, cuando dice: “tal vez, en la vida del artista encontremos algunas claves”.

En busca de estas claves, se remonta a la historia de la familia, acerca de la que comenta: “Alberto Marchi, su padre, es el tercer hijo de Carmen Ferreyra, andaluza nacida en Granada, España; y de Sillo Catullo Marchi, lombardo nacido en Mántova, Italia”. El oficio del abuelo es recordado por Gutiérrez Zaldívar: “Como su padre y sus hermanos, Sillo trabajaba en la sastrería de la familia, ubicada en la Av. Las Heras, entre Ayacucho y Junín, que con orgullo contaba entre sus clientes al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear. ‘Benigno Marchi e hijos’, decía el letrero de la puerta del local, lugar simbólico donde José encontró los hilos, ese motivo tan personal que hace inconfundibles a sus obras. Hilos reales que su familia enhebraba en el quehacer diario, y al mismo tiempo, hilos simbólicos que unen a José con su obra”.

Otros miembros de la familia son relacionados por el crítico con la obra del pintor: “Sus abuelos maternos Nazareno y Angela, eran italianos, nacidos en Ancona y en Chietti respectivamente. Nazareno fue ‘pastero’ –juntaba fardos para dar de comer al ganado-, y luego por largos años trabajó como encargado en una fábrica de dulces, una rudimentaria industria de principios de siglo, que bien podría ser el escenario donde los personajes de José clasifican incansablemente extraños vegetales” (29).

En el Hotel de Inmigrantes, en el marco de la exposición de arquitectura y decoración Casa FOA 2000, se presentó la muestra de Zurbarán en el espacio decorado por Celina Aráuz de Pirovano. Los cuadros se han dispuesto enfrentados en dos hileras, separadas por bancos de madera. Mirando hacia el río, a la izquierda se encuentran las obras de José Marchi, artista que desde hace mucho tiempo pinta acerca de esta temática. Son escenas de la vida cotidiana, protagonizadas por hombres, mujeres y niños, en las que se reitera la idea de la búsqueda: el cielo, el horizonte, la tierra. A la derecha, Carlos Alonso evoca paisajes relacionados con los edificios históricos, y pinta asimismo a una familia de italianos, eternizada durante una de sus comidas.

En 2001, se presentaron en el Hotel obras de Mónica Weiss, originales creaciones en las que se reitera el tema de la indumentaria y calzado, las imágenes sin rostro, la trayectoria vital de una mujer desde su infancia hasta su tercera edad y se presenta transmutado en cuadro el diario que su madre escribió a bordo del barco japonés “Arabia Maru” cuando viajaba desde Palestina en 1940.

En 2002, quien rinde su homenaje a los inmigrantes en el Hotel de Puerto Madero, es Carlota Petrolini, quien exhibe sus cuadros acompañados por poemas de Alberto Mario Perrone y música de Carlos Cutaia.

Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son “una pareja dedicada al arte, el diseño y la producción artesanal de objetos decorativos”. Ellos no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al que trajo a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de cuyos restaurantes porteños los artistas realizaron el mural al que nos referimos. Sobre esta obra expresó Salatino: “El mural que usted vio en FAME tiene una relación indirecta con el tema de la inmigración. Los fundadores de esa empresa son inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para denominar su primer establecimiento gastronómico en gallego significa “hambre”, un hambre que España, caída en una profunda decadencia, carente de recursos, atrasada industrialmente, debilitada por guerras internas y perdidas sus últimas colonias, conoció en una escala aún mayor que la que aqueja a nuestro país hoy. Los fundadores de FAME llegaron con la oleada de inmigrantes españoles que buscaron aquí lo que sus países les negaban. Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos factores pero no fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser cualquier puerto, obviamente también el de Buenos Aires, el barco se llama Virgen de Covadonga porque los fundadores de FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa Virgen. Tal vez ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los trajo a esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si ellos no hubieran llegado, como tantos otros, a este país, FAME -que hoy ya es una cadena de cuatro grandes establecimientos- no existiría, y el mural tampoco”.

......

Algunos traen su arte de su tierra natal, lo transmiten a sus discípulos y se consustancian con la argentinidad al punto de que son capaces de ilustrar la epopeya hernandiana. Otros nacieron aquí y van a estudiar a Europa y Estados Unidos, de donde vuelven con un bagaje de conocimientos que se aúna al talento innato que los distingue. Unos pocos evocan a sus ancestros, su historia y su lucha. Son, todos ellos, los pintores de sangre inmigrante, que eligieron a la Argentina para quedarse.

 

 

Notas

(1) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la muestra de Epaminonda Chiama en Galería Zurbarán. Buenos Aires, Agosto-Septiembre de 2000.

(2) Ibídem

(3) Gutiérrez Zaldívar, Nuestra Argentina. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1999.

(4) Heller, Diego: “Las caras de Fierro”, en Clarín Viva, Buenos Aires, 16 de junio de 2002

(5) Alfie, Sol: “Tomás Ditaranto. Un homenaje merecido”, en Magazine Actual, Año 3, N° 12, Diciembre de 1998.

(6) S/F: “Lazzari y su tiempo”. Centro Cultural Recoleta. Octubre de 2000.

(7) Squirru, Rafael: “En La Boca de todos”, en La Nación, Buenos Aires, 24 de septiembre de 2000.

(8) S/F: “Tecnoarte”, en Clarín Viva, Buenos Aires, 19 de noviembre de 2000.

(9) Di Paola de Picot, Mercedes: Catálogo de la muestra “De Castilla a La Pampa”, en el Museo de Arte Español Enrique Larreta. Buenos Aires, Junio-Julio 2000.

(10) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la muestra de Epaminonda Chiama en Galería Zurbarán. Buenos Aires, Agosto-Septiembre de 2000.

(11) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio y Fader de Guiñazú, Rosa: Catálogo de la muestra de Fader, en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Bautista Castagnino, Rosario, Junio-Agosto 2001.

(12) S/F (Albino Diéguez Videla?): “Costumbres de los trasabuelos”, en La Prensa, Buenos Aires, 31 de mayo de 1998.

(13) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio:  Nuestra Argentina. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1999.

(14) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la muestra de Malanca, en el Cabildo Histórico de la Ciudad de Córdoba, Julio-Agosto de 2000.

(15) Squirru, Rafael: “En La Boca de todos”, en La Nación, Buenos Aires, 24 de septiembre de 2000.

(16) Squirru, Rafael: “Intensidad y sentimiento”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002.

(17) S/F: Información de prensa de la muestra de Quinquela en Zurbarán. Buenos Aires, Julio-Agosto de 2002.

(18)  Squirru, Rafael: “Intensidad y sentimiento”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002.

(19) Sábat, Hermenegildo: “Antonio Berni”, en Clarín Viva, 13 de junio de 1999.

(20) Arteaga, Alicia de: “La hora de Berni”, en La Nación Revista, Buenos Aires, 17 de noviembre de 1996.

(21) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la muestra de Quirós en el Cabildo Histórico de la Ciudad de Córdoba, Octubre-Noviembre de 2000.

(22) Galli, Aldo: “Del grabado al collage”, en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de 2002

(23) Heller , Diego: op. cit.

(24) ibídem

(25) S/F: “Guillermo Roux”, en Clarín Viva, Buenos Aires, 26 de febrero de 2000.

(26) Pinasco, Carlos María: “Fray Butler: la búsqueda de la luz absoluta”, incluido en la “Información para la prensa”, de la Colección Alvear de Zurbarán. Noviembre de 2002.

(27) Molas, Verónica: “La dimensión humana del dibujo”, entrevista a Fernando Allievi, en La Voz del Interior on line, Córdoba, 5 de agosto de 2001.

(28) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: “Los inmigrantes”, Catálogo de la muestra de Alonso y Marchi en Casa FOA 2000, Desembarcadero y Hotel de Inmigrantes. Buenos Aires, Octubre-Noviembre de 2000..

(29) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Marchi. Buenos Aires, Zurbarán Editores, 1995.

(30) González Rouco, María: Entrevista vía e-mail a Carlos Salatino y Beatriz Sevilla. Buenos Aires, febrero de 2003.

 

 

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