Inmigración y Plástica: Los Pintores
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA
Periodista Profesional
Matriculada
mgonzalezrouco@yahoo.com.ar
En esta monografía me ocupo
de algunos inmigrantes que descollaron en la pintura argentina desde 1850
hasta nuestros días. Me refiero también a quienes, descendiendo de ellos,
los evocaron en sus obras.
Los italianos llegaron con su arte al Río de la Plata. En 1854 se instala en
Buenos Aires el pintor milanés Ignacio Manzoni, “que no sólo era un
estupendo retratista y pintor de cuadros de género, sino que también impuso
los bodegones y la ‘natura morta’ o como dicen los alemanes los ‘cuadros de
vida silenciosa’ “ (1).
De
la isla de Capraia, donde había nacido en 1844, vino Epaminonda Chiama,
quien llegó a Buenos Aires a los diecisiete años. Aquí “su padre se dedicaba
a hacer marcos de cuadros y vender artículos de ferretería. El niño era
aficionado al dibujo, ya que había cursado en el Liceo de Génova algunas
clases elementales. Uno de los clientes de su padre lo ve realizar un
estupendo dibujo ecuestre y se ofrece a darle clases gratuitas, con gran
honestidad, el maestro que se llamaba Luigi Novarese, a los pocos meses le
manifiesta al padre que no tiene nada más que enseñarle al joven alumno, ya
que las obras que realizaba eran de una calidad superior”. “Chiama comienza
a exponer sus obras en el Café Italia, y son los inmigrantes italianos sus
primeros compradores” (2). Muere en Buenos Aires en 1921.
Otros italianos se destacaron en la pintura:
Reinaldo Giudici, nacido en Italia en 1853, quien fue uno de los fundadores
de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes; Guillermo Da Re (1867-1910), nacido
en Venecia, Italia, que cursó estudios artísticos en su patria, y Salvador
Zaino, nacido en 1858 (3).
El nombre de Mario Zavattaro
quedó ligado al de José Hernández. El pintor fue “un inmigrante genovés que
se documentó exhaustivamente antes de emprender la tarea que se había
impuesto: ilustrar cada uno de los 33 cantos del libro. Ex luchador
grecorromano, Zavattaro consultó manuscritos de Hernández y 120 fotos
camperas que había tomado Francisco Ayerza entre 1885 y 1890; incluso pasó
meses en una estancia para conocer ranchos, pulperías y gauchos reales.
Luego, se encerró a pintar en los ratos libres que le dejaba su trabajo en
Caras y Caretas. El resultado fueron 36 acuarelas, a cual mejor y más
detallista. El genovés murió en 1932 sin dar a conocer sus obras” (4).
Tomás Ditaranto, quien emigró
en 1904, a los cuatro años, fue aprendiz de herrero a los ocho, y llegó a
ilustrar la edición polilingüe del Martín Fierro. Por iniciativa de
su hijo, Hugo, surgió en 1983 el Museo Epeo, en Nocara, Italia, que consta
de tres salas en las que se exhiben setenta obras. “No fue fácil lograr ese
objetivo. Hugo se conectó con parientes de Tomás que habitaban el pueblo
donde nació el artista, Montescaglioso, con la idea de armar el museo allí,
pero se enteró de que en una ocasión la mafia robó un cuadro de su padre de
la Basilicata, entonces, por razones de seguridad y hasta contar con las
medidas correspondientes para una exposición permanente, no consideraron
oportuno recibir la donación de las ciento cincuenta obras de Ditaranto
prometidas por Hugo. Actualmente, se está reconstruyendo la Abadía
Benedictina –sumamente importante en Italia- donde es probable que puedan
dedicar una sala a las obras de Don Tomás“ (5).
El italiano “Alfredo Lazzari
(1871-1949) es uno de los artistas que aportó efectivas realizaciones al
esfuerzo de renovación de la pintura argentina en los comienzos del siglo
XX. Lazzari, es uno de nuestros mayores pintores intimistas, tanto por su
pincelada como también por las reducidas dimensiones de sus obras,
admirablemente resueltas, de un estilo emparentado al de los macchiaioli
italianos, que alternaba con momentos de inspiración naturalista e
impresionista, escuela de la que fue uno de los primeros representantes en
nuestro país. Colorista nato, con un manejo muy sabio de la luz, pintó
jardines y paisajes, plazas, barrios y casas suburbanas: en la historia de
nuestra pintura representa a uno de los iniciadores del tema urbano. Llegado
de Italia a fines del siglo XIX, desarrolló desde entonces una intensa labor
como pintor y docente: siendo profesor en la Sociedad Unión de La Boca, tuvo
entre sus más destacados discípulos a Quinquela Martín y Fortunato Lacámera;
Thibon de Libian y Victorica también supieron consultarlo. Dedicado a la
enseñanza, a lo largo de su vida realizó sólo tres muestras individuales y
participó escasamente en los salones oficiales” (6).
Rafael Squirru refuta la condición de
autodidacta de Quinquela Martín, recordando al maestro inmigrante: “Mucho se
ha repetido su condición de autodidacto; ello no es exacto, ya que tuvo
excelente maestro en Alfredo Lazzari, un artista italiano de sólida
formación académica en Luca, Florencia, y en Roma, quien le dio clases en un
modesto instituto de La Boca. Con él se formó Quinquela como otros grandes
de su época, tales como Fortunato Lacámera” (7).
Ya en nuestro siglo, mencionamos a Eduardo Pla,
“un polifacético artista ítaloargentino que ha incursionado en la pintura,
la escultura, el cine, la computación, entre otras tantas disciplinas” (8).
Antonio Ortiz Echagüe nació en España en 1883 y falleció en nuestro país en
1942. A criterio de Mercedes Di Paola de Picot, directora del Museo de Arte
Español Enrique Larreta, de la ciudad de Buenos Aires, el pintor “está hoy
casi olvidado por el público de Buenos Aires; más aún, me atrevería a
afirmar que es prácticamente desconocido por la gran mayoría de aquellos que
recorren exposiciones en museos y galerías”. Considera que “logró en vida
grandes aciertos plásticos y merecido éxito como artista” y que hay en sus
obras “una personalidad muy particular, con una faceta artística valiosa y
singular que hicieron de él uno de los representantes importantes del arte
figurativo español del siglo XX” (9).
Los franceses también realizaron su aporte a la
plástica nacional. El padre del presidente Pellegrini fue “el preferido de
la sociedad porteña, ya que hacía estupendos retratos a la acuarela en tan
sólo dos horas y a precios acomodados” (10).
Fernando Fader “nació en Burdeos, Francia, el 11
de abril de 1882, pasó su infancia en Mendoza, por eso manifestó alguna vez
ser mendocino, se educó en Europa, vivió algunos años en Buenos >Aires, pero
la mayor parte de su vida transcurrió en la provincia de Córdoba, donde
pintó los maravillosos paisajes de las sierras, y allí falleció el 28 de
febrero de 1935, en su casa de Loza Corral, Ischilín. A pesar de su lugar de
nacimiento es, sin duda, un artista argentino, un ‘grande’ de nuestro arte”
(11)
Leónie Matthis nació en Francia en 1883; y
dedicó la mayor parte de su obra a la Historia Argentina. “Más de una vez se
ha vuelto sobre la obra de la pintora francesa Léonie Matthis (1883-1952)
cuando se necesitó saber cómo fueron las casas y los interiores –y hasta los
paisajes- en los que transcurrió nuestro pasado. La riqueza que conoció la
Argentina a fines del siglo pasado y comienzos del que corre llevó al país a
una modernización radicalizada, que les costó la vida a edificios del más
alto valor artístico y simbólico, mientras las ciudades crecían casi sin
control. Aquellas casas fueron las que Matthis conoció o reconstruyó en sus
telas con un rigor de raíz arqueológica que no ignoró la adición poética a
través del color y el manejo de la luz” (12).
Y llegaron asimismo pintores
de otras tierras: Jaques Witjens, holandés, llegó en 1920 y murió aquí en
1956; Adolfo Mettfesel, pintor, dibujante y litógrafo, quien había nacido en
Suiza en 1836; Nelly O’Brien de Lacy, nacida en Polonia, emigra en 1950
(13).
Hijos de inmigrantes
Muchos hijos de inmigrantes se dedicaron a la pintura; entre ellos, Angel
Della Valle, nacido en 1855, hijo de un lombardo, y José Malanca, hijo de
los inmigrantes italianos Settimo Malanca y Angelina Morassutti, nacido en
San Vicente, Córdoba, en 1879 (14).
En 1890 nace un
niño que es dejado en la casa de Expósitos “con finos pañales” (15). En
1897, es adoptado por el matrimonio formado por Manuel Chinchella y Justina
Molina. “Sabida es la vida del niño acogido por el matrimonio Chinchella
donde el padre era estibador portuario y la madre india entrerriana. De niño
tuvo que abandonar el colegio para ayudar a sus modestos padres, primero
entregando carbón a domicilio y luego cargando él también bolsas en el
puerto, hasta que la seria amenaza de tuberculosis lo obligó a pasar una
temporada en Córdoba. A su vuelta ya estaba convencido de que su destino era
pintar y a ello le dedicó el resto de su vida” (16).
A los 17 empieza a estudiar con Lazzari. A los
20 expone por primera vez en la Sociedad Ligure de Mutuo Socorro. De esta
época son los primeros retratos que realizó, tras los cuales se lee, escrito
de puño y letra, lo que percibió por las obras: “en un caso fue un ‘café con
leche’, y en otro un ‘par de zapatos’ que no sabemos si era nuevo o usado”
(17).
“Quinquela alcanzó las dimensiones de una
leyenda en vida, desde su nacimiento en 1890, habiendo sido entregado a la
Casa de Niños Expósitos, hasta su octogenaria muerte en 1977 luego de haber
realizado una obra que por extensión y por intensidad no tiene parangón en
nuestro medio, salvo las raras excepciones que pueda haber”.
“Cuando Quinquela Martín expuso en Londres, el
director de la Tate Gallery declaró que el único pintor que podría
compararse con nuestro maestro (pintor y grabador) era Vincent Van Gogh. Esa
afirmación iba más allá de un simple parentesco estilístico; se refería a la
intensidad del sentimiento que animaba el arte de ambos pintores. Este
sentimiento que llevó a Van Gogh a predicarles a los mineros de Borinage y a
Quinquela a concentrar toda su temática en el puerto de La Boca, exaltando
el trabajo de los estibadores, lo encuentro en equivalente literario en
algunos pasajes de las novelas de Dostoievski. (...) Quinquela es al arte de
nuestra ciudad lo que Molina Campos es al arte rural o ‘Martín Fierro’ a la
poesía gauchesca”” (18)
En 1905 nace en Rosario Antonio Berni, huérfano
de un sastre italiano, quien “es y seguirá siendo, el más valioso creador
pictórico de ese país que progresaba en el atraso. Como corresponde a
cualquier principiante, Berni –nacido en Rosario el 14 de mayo de 1905-
pintó sus primeras obras influido por el peso abrumador de Pablo Picasso y
poco después por Giorgio de Chirico, que lo acercaban menos al surrealismo
que a sus propias raíces paternas”. “Seguro de sus propias imágenes, avanzó
con indudable puntería sobre la marginalidad social (Manifestación,
Chacareros, Club Atlético Nueva Chicago) uniendo rigor
analítico e impactante belleza pictórica. Estaba urgido por la simpatía y la
solidaridad que esos seres, nada imaginarios, le provocaban. Berni logra
emocionar sin golpes bajos” (19). “Pintar –decía- no es sólo una manera de
hacer, es una manera de pensar que debe trascender” (20).
De sangre española fue un
pintor famoso: “Los Bernaldo de Quirós son una de las familias más
tradicionales de España. En 1855 Julio arriba al Uruguay desde el País
Vasco, radicándose luego en Gualeguay, Entre Ríos, donde fue designado
Intendente en 1880. Meses antes, el 18 de mayo de 1879, nació Cesáreo, quien
tuvo otros nueve hermanos. Ya a los ocho comenzó a usar pinceles”. A los
dieciséis viaja a Buenos Aires. Estudia con el valenciano Vicente Nicolau
Cotanda, y en la Academia de Bellas Artes, con Angel Della Valle (21).
Luis Seoane nació en 1910 “en Buenos Aires, pero
hizo sus estudios primarios, medios y terciarios en Santiago de Compostela.
Allí se recibió de abogado y allí terminó sus días. Después de la Guerra
Civil Española regresó a la Argentina, donde fue miembro de número de la
Academia Nacional y obtuvo, en 1962, el Premio Palanza. Viajaba regularmente
a Buenos Aires, aunque tenía su casa en La Coruña, donde se radicó en 1971.
Allí se hizo en 1989 una muestra antológica de sus obras y en 1996 se
estableció la fundación que guarda la mayor parte de los suyo” (22). El
sentimiento de este hombre de dos mundos puede adivinarse en su pintura, que
evoca tanto paisajes gallegos cuanto argentinos. En su obra viven labriegos,
marineros, lecheras, campesinos con vacas, marisqueras, emigrantes, en
amable yuxtaposición con paisajes de Chos Malal y de un suburbio de Buenos
Aires. A estos cuadros se suman otros, en los que aborda diferentes temas,
testimonios todos de su paso por esta vida y su valiosa manera de reflejar
cuanto lo rodeaba.
Un descendiente de
inmigrantes realiza la tarea que antes realizó Zavattaro: Carlos Alonso
”supo que la editorial Emecé había abierto un concurso para quienes
se animaran a dibujar a Fierro, el Quijote local. Alonso fue, presentó sus
bocetos y ganó el premio. Dicen los que vieron casi todas las caras
imaginadas para Martín Fierro, que la versión que el mendocino pintó en 1959
es la interpretación más descarnada y alucinante del poema de Hernández que
se conozca” (23).
Pero también había sido
descendiente de inmigrantes uno de sus predecesores: en 1878, el catalán
Rafael Casagemas presenta a José Hernández un joven caricaturista, Carlos
Clérice, que terminaría siendo el primer ilustrador del Martín Fierro.
(...) Clerice, hijo de un francés dedicado a la fabricación de carruajes,
se memorizó de cabo a rabo los originales de La vuelta de Martín Fierro
y apenas se sintió listo para la tarea, dedicó noches enteras a poner a
punto las litografías que ilustrarían la obra. En su prólogo a la primera
edición de La vuelta... –20.000 ejemplares: un best seller del año
1879-, el autor manifestaba su orgullo por la factura final de la obra:
‘Lleva también diez ilustraciones incorporadas, y creo que en los dominios
de la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas
nacionales con esta mejora: así se empieza. Las láminas han sido dibujadas y
calcadas en la piedra por don Carlos Clérice, artista compatriota que
llegará a ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela,
sentimiento artístico y amor al trabajo” (24).
Butler, en cambio, era
descendiente de europeos de otras naciones: “Nacido en una familia en que
convergía sangre irlandesa y lígure, el 14 de diciembre de 1880 en Córdoba,
venía al mundo quien con el tiempo sería uno de los Grandes de nuestro Arte:
Fray Guillermo Butler”, escribe Carlos María Pinasco (25).
Pintores de inmigrantes
En febrero de 2000, se anunció que Guillermo
Roux comenzaría a pintar un mural en la nueva sede del Bank Boston. “Ya que
el edificio está construido frente a la calle Alem, que en su momento fue el
Paseo de la Alameda, me propuse una visión poética de prinipios de siglo
pasado. Entonces, esa calle era un itinerario de artistas, inmigrantes,
actores del circo criollo, chicas del cabaret, últimos malevos y poetas
rantes. Si hasta el Gordo y el Flaco, antes de la gran fama, caminaron por
ahí" (26).
También pinta inmigrantes Fernando Allievi,
artista nacido en Chubut en 1954, que en 1978 llegó a Córdoba –donde reside
actualmente- para estudiar en la escuela Figueroa Alcorta (27).
Carlos Alonso nació en Tunuyán, Mendoza, en
1929. Tuvo “como abuelo materno a Salvatore Lisandrello, un siciliano de
Siracusa, y su abuelo paterno era Sandalio Alonso quien vino de León.
España. Ambos llegaron a nuestro país en 1914. (...) Ya a temprana edad
cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de Mendoza y luego en Tucumán
con el maestro Spilimbergo. Cuando cuenta 24 años viaja a Buenos Aires y
expone por primera vez en esta ciudad, viajando posteriormente a Europa. Es
el artista más popular del arte contemporáneo argentino y en reiteradas
ocasiones volvió a Europa en busca de sus raíces, habiendo vivido largas
temporadas tanto en España como en Italia (28).
José Alberto Marchi
desciende de inmigrantes italianos y españoles. Gutiérrez Zaldívar se
refiere detalladamente al origen del artista: “los personajes de las obras
de José Alberto Marchi son seres enigmáticos; hombres y mujeres que se
mueven en paisajes desconocidos, extranjeros lejos de su tierra”. La
raigambre de esta inclinación es sugerida por el critico, cuando dice: “tal
vez, en la vida del artista encontremos algunas claves”.
En busca de estas claves, se
remonta a la historia de la familia, acerca de la que comenta: “Alberto
Marchi, su padre, es el tercer hijo de Carmen Ferreyra, andaluza nacida en
Granada, España; y de Sillo Catullo Marchi, lombardo nacido en Mántova,
Italia”. El oficio del abuelo es recordado por Gutiérrez Zaldívar: “Como su
padre y sus hermanos, Sillo trabajaba en la sastrería de la familia, ubicada
en la Av. Las Heras, entre Ayacucho y Junín, que con orgullo contaba entre
sus clientes al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear. ‘Benigno Marchi e hijos’,
decía el letrero de la puerta del local, lugar simbólico donde José encontró
los hilos, ese motivo tan personal que hace inconfundibles a sus
obras. Hilos reales que su familia enhebraba en el quehacer diario, y al
mismo tiempo, hilos simbólicos que unen a José con su obra”.
Otros miembros de la familia
son relacionados por el crítico con la obra del pintor: “Sus abuelos
maternos Nazareno y Angela, eran italianos, nacidos en Ancona y en Chietti
respectivamente. Nazareno fue ‘pastero’ –juntaba fardos para dar de
comer al ganado-, y luego por largos años trabajó como encargado en una
fábrica de dulces, una rudimentaria industria de principios de siglo, que
bien podría ser el escenario donde los personajes de José clasifican
incansablemente extraños vegetales” (29).
En el Hotel de Inmigrantes,
en el marco de la exposición de arquitectura y decoración Casa FOA 2000, se
presentó la muestra de Zurbarán en el espacio decorado por Celina Aráuz de
Pirovano. Los cuadros se han dispuesto enfrentados en dos hileras, separadas
por bancos de madera. Mirando hacia el río, a la izquierda se encuentran las
obras de José Marchi, artista que desde hace mucho tiempo pinta acerca de
esta temática. Son escenas de la vida cotidiana, protagonizadas por hombres,
mujeres y niños, en las que se reitera la idea de la búsqueda: el cielo, el
horizonte, la tierra. A la derecha, Carlos Alonso evoca paisajes
relacionados con los edificios históricos, y pinta asimismo a una familia de
italianos, eternizada durante una de sus comidas.
En 2001, se presentaron en el
Hotel obras de Mónica Weiss, originales creaciones en las que se reitera el
tema de la indumentaria y calzado, las imágenes sin rostro, la trayectoria
vital de una mujer desde su infancia hasta su tercera edad y se presenta
transmutado en cuadro el diario que su madre escribió a bordo del barco
japonés “Arabia Maru” cuando viajaba desde Palestina en 1940.
En 2002, quien rinde su homenaje a los
inmigrantes en el Hotel de Puerto Madero, es Carlota Petrolini, quien exhibe
sus cuadros acompañados por poemas de Alberto Mario Perrone y música de
Carlos Cutaia.
Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son “una
pareja dedicada al arte, el diseño y la producción artesanal de objetos
decorativos”. Ellos no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al
que trajo a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de cuyos
restaurantes porteños los artistas realizaron el mural al que nos referimos.
Sobre esta obra expresó Salatino: “El mural que usted vio en FAME tiene una
relación indirecta con el tema de la inmigración. Los fundadores de esa
empresa son inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para denominar
su primer establecimiento gastronómico en gallego significa “hambre”, un
hambre que España, caída en una profunda decadencia, carente de recursos,
atrasada industrialmente, debilitada por guerras internas y perdidas sus
últimas colonias, conoció en una escala aún mayor que la que aqueja a
nuestro país hoy. Los fundadores de FAME llegaron con la oleada de
inmigrantes españoles que buscaron aquí lo que sus países les negaban.
Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos factores pero no
fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser cualquier puerto,
obviamente también el de Buenos Aires, el barco se llama Virgen de Covadonga
porque los fundadores de FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa
Virgen. Tal vez ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los
trajo a esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si ellos
no hubieran llegado, como tantos otros, a este país, FAME -que hoy ya es una
cadena de cuatro grandes establecimientos- no existiría, y el mural
tampoco”.
......
Algunos
traen su arte de su tierra natal, lo transmiten a sus discípulos y se
consustancian con la argentinidad al punto de que son capaces de ilustrar la
epopeya hernandiana. Otros nacieron aquí y van a estudiar a Europa y Estados
Unidos, de donde vuelven con un bagaje de conocimientos que se aúna al
talento innato que los distingue. Unos pocos evocan a sus ancestros, su
historia y su lucha. Son, todos ellos, los pintores de sangre inmigrante,
que eligieron a la Argentina para quedarse.
Notas
(1) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la
muestra de Epaminonda Chiama en Galería Zurbarán. Buenos Aires,
Agosto-Septiembre de 2000.
(2)
Ibídem
(3) Gutiérrez Zaldívar, Nuestra Argentina.
Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1999.
(4) Heller, Diego: “Las caras de Fierro”, en
Clarín Viva, Buenos Aires, 16 de junio de 2002
(5) Alfie, Sol: “Tomás Ditaranto. Un homenaje
merecido”, en Magazine Actual, Año 3, N° 12, Diciembre de 1998.
(6) S/F: “Lazzari y su tiempo”. Centro Cultural
Recoleta. Octubre de 2000.
(7) Squirru, Rafael: “En La Boca de todos”, en
La Nación, Buenos Aires, 24 de septiembre de 2000.
(8) S/F: “Tecnoarte”, en Clarín Viva,
Buenos Aires, 19 de noviembre de 2000.
(9) Di Paola de Picot, Mercedes: Catálogo de la
muestra “De Castilla a La Pampa”, en el Museo de Arte Español Enrique
Larreta. Buenos Aires, Junio-Julio 2000.
(10) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la
muestra de Epaminonda Chiama en Galería Zurbarán. Buenos Aires,
Agosto-Septiembre de 2000.
(11) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio y Fader de
Guiñazú, Rosa: Catálogo de la muestra de Fader, en el Museo Municipal de
Bellas Artes Juan Bautista Castagnino, Rosario, Junio-Agosto 2001.
(12) S/F (Albino Diéguez Videla?): “Costumbres
de los trasabuelos”, en La Prensa, Buenos Aires, 31 de mayo de 1998.
(13) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Nuestra
Argentina. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1999.
(14) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la
muestra de Malanca, en el Cabildo Histórico de la Ciudad de Córdoba,
Julio-Agosto de 2000.
(15) Squirru, Rafael: “En La Boca de todos”, en
La Nación, Buenos Aires, 24 de septiembre de 2000.
(16) Squirru, Rafael: “Intensidad y
sentimiento”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002.
(17) S/F: Información de prensa de la muestra de
Quinquela en Zurbarán. Buenos Aires, Julio-Agosto de 2002.
(18)
Squirru, Rafael: “Intensidad y
sentimiento”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002.
(19) Sábat, Hermenegildo: “Antonio Berni”, en
Clarín Viva, 13 de junio de 1999.
(20) Arteaga, Alicia de: “La hora de Berni”, en
La Nación Revista, Buenos Aires, 17 de noviembre de 1996.
(21) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Catálogo de la
muestra de Quirós en el Cabildo Histórico de la Ciudad de Córdoba,
Octubre-Noviembre de 2000.
(22) Galli, Aldo: “Del grabado al collage”, en
La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de 2002
(23) Heller , Diego:
op. cit.
(24)
ibídem
(25) S/F: “Guillermo Roux”, en Clarín Viva,
Buenos Aires, 26 de febrero de 2000.
(26) Pinasco, Carlos María: “Fray Butler: la
búsqueda de la luz absoluta”, incluido en la “Información para la prensa”,
de la Colección Alvear de Zurbarán. Noviembre de 2002.
(27) Molas, Verónica: “La dimensión humana del
dibujo”, entrevista a Fernando Allievi, en La Voz del Interior on line,
Córdoba, 5 de agosto de 2001.
(28) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: “Los
inmigrantes”, Catálogo de la muestra de Alonso y Marchi en Casa FOA 2000,
Desembarcadero y Hotel de Inmigrantes. Buenos Aires, Octubre-Noviembre de
2000..
(29) Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Marchi.
Buenos Aires, Zurbarán Editores, 1995.
(30) González Rouco, María: Entrevista vía
e-mail a Carlos Salatino y Beatriz Sevilla. Buenos Aires, febrero de 2003. |