Enrique
Aguirrezabala
por Alvaro Castagnino
Enrique Aguirrezabala fue
un artista-duende. Trato de comenzar con una definición de cuento de hadas, pues
me resulta difícil transmitir la verdadera dimensión de Enrique como hombre,
artista y amigo. Es imposible para mí ser objetivo en este caso, pues estoy
involucrado íntimamente, Enrique fue mi amigo durante casi 30 años. Cuando El
Surmenage de la Muerta me propuso este recordatorio, acepté complacido por
revivir el mundo en el que Enrique transitaba, pero fueron pasando los días y no
encontraba la forma de trasladar su real dimensión, pues su universo estaba
compuesto de tantas sutiles e inaprensibles situaciones que el desafio me hacía
sentir frente a un pizarrón vacío sin saber como empezar, así que comienzo
contándoles la dificultad de representar mi propia idea del artista ausente, y
además la nostalgia por la falta del amigo que permanentemente nos sorprendía
con mínimos gestos amorosos, creativos, originales.
Contaré un poco de su historia, expone en mi
galería, Arte Nuevo, desde 1966 antes había realizado una muestra en
Van Riel. A través del tiempo realizó conmigo 17 exposiciones
individuales, la última en 1989. Muere mientras exponía sus esculturas
en la muestra "Artistas de los 80´" organizada por Alina Tortosa y
Sivia de Ambrosini en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
(MAMBA). |
"De la inmortalidad
fatigosamente ganada" |
Recorrió Sudamérica exponiendo en Perú, Uruguay,
Colombia y Chile.
Fue un artista de cambios
permanentes. En los comienzos tenían sus personajes cierto aire expresionista
que fue cambiando hacia una imagen onírica muy personal. Luego tuvo una etapa
obsesiva, de tramado geometrizante de la que se liberó realizando una serie
enorme de collages en los que están muy presente su admiración por el
DADA, a partir de las acuarelas desemboca en su última producción de
esculturas-objeto realizados en cartón (que reciclaba juntando por todos lados)
terminándolas con una especie de cartapesta absolutamente personal tanto
en la técnica como en la forma. Es en esta última etapa donde Enrique suelta su
creatividad en forma más plena, inventa sus objetos mientras los construye y
vuelca en ellos todo el color que tenían sus poéticas acuarelas.
Su exquisita ironía, su
sentido del humor y su lenguaje metafórico de la banalidad y la sordidez lo unió
a algunos poetas como, entre otros, Juan Gelman y Arturo Carrera, que prologaron
con poesías sus catálogos.
Y ya que hablamos de su
estrecha relación con la poesia podemos agregar otra definición y decir que
Enrique fue un artista-poeta, en ese caso que mejor homenaje que transcribir el
texto que escribió Arturo Carrera para su muestra póstuma:
Hay que hacerlo. Hay que
despedirse del amigo.
Con un abrazo tan
intenso que lleve de su presencia al verdadero lugar: ese otro cielo, otra vez,
el infinito. Allí están intactos todavía y esperándonos, los primeros juguetes:
los billíkenes, las figuritas, un rugoso libro; y después, las esferillas, los
cubos, los dodecaedros, las formas que el color desvanece o abrillanta en la
sonrisa sospechosa de arco iris.
Y es todo lo que hay
aquí. Un leve combate con las palabras, con los colores y las formas. Un
desasosiego en la luz. Una promesa de que los vértices serán como luciérnagas en
la desconocida oscuridad. La certeza de que Enrique Aguirrezabala pasó por aquí
con los zapatos camuflarios de los gnomos, dejando impresa la tierra con la
nervadura de la pata de un pájaro y la energía de un hombrecito poco civil,
digamos como Thoreau cuando dijo: "También yo confeccioné un cesto de textura
delicada, pero por lo visto no lo suficientemente valioso como para poder
despertar por él interés alguno, o para que nadie lo quisiera comprar. Con todo,
por lo que a mí respecta, pensé que había merecido la pena de mi tiempo, y en
lugar de calentarme la cabeza para ver como lo vendía, me preocupé más bien de
encontrar el modo de no tenerlo que vender. La vida que algunos hombres
consideran un éxito constituye tan solo una posibilidad. ¿Para qué habríamos de
exagerar, y considerar éxito tan sólo una posibilidad. ¿Por qué habríamos de
exagerar, y considerar éxito tan sólo ese aspecto más discutible, a expensas de
otra y otra posibilidad?"
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